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San Sebastián, la joya del País Vasco
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San Sebastián, la joya del País Vasco

Una ciudad jalonada con tres montes, tres playas, una isla y un río. Más allá de su belleza natural, la capital de Guipúzcoa tiene un encanto especial, gracias a su envidiable arquitectura, calidad de vida y reputación gastronómica.

San Sebastián es una ciudad coqueta, con tres playas, una gran pasión por la gastronomía y los mejores bares de pintxos. Además, cada mes de septiembre se convierte en el escenario del Festival internacional de Cine. Una ciudad de estilo francés y aburguesado, con un entramado urbano salpicado de hermosos palacetes que miran al mar. Desde mitad del s. XIX se convirtió en el lugar de veraneo de la aristocracia y la monarquía

Es una ciudad para pasear por la Parte Vieja, el lugar más visitado de Donostia, situada al pie del Monte Urgull, encajada entre el puerto y la desembocadura del río Urumea, construida tras el incendio de 1813.

Es una ciudad para pasear por la Parte Vieja, el lugar más visitado de Donostia

Nada más llegar a San Sebastián la playa de La Concha parece invitar a un baño o a un agradable paseo por su orilla, incluso en invierno. La elegancia de su bahía, enmarcada por el Monte Igueldo y la isla de Santa Clara, es mundialmente reconocida.

También, se puede pasear por la playa de la Zurriola, frecuentada por los amantes del surf, luego rodear el Monte Urgull por el Paseo Nuevo y cruzar toda la bahía terminando en la playa de Ondarreta. Allí se encuentra el Peine del Viento, impresionante conjunto escultórico-monumental de Eduardo Chillida y Peña Gantxegi, que representa la bravura del Cantábrico.

Pero si los escenarios naturales de San Sebastián son maravillosos, sus puentes, plazas, y edificios no lo son menos, por ejemplo el Teatro Victoria Eugenia, el Hotel Maria Cristina o el Balneario de La Perla nos trasladan a la Belle Époque.

Una playa urbana con estilo…

La playa de La Concha es una playa llena de historia e historias. Isabel II la puso de moda en 1845, después de que sus médicos le recomendaran baños de mar para sus problemas de la piel. Tras ella, y con la nueva moda de ir a la playa, llegó el resto de la corte y los aristócratas de la alta sociedad que dieron origen al San Sebastián elegante y distinguido. Después llegó todo lo demás: el apodo de la Perla del Cantábrico, los turistas y el reconocimiento como una de las playas urbanas más hermosas del mundo.

Se encuentra en el centro urbano de San Sebastián y es parte de la Bahía de la Concha. Tanto la playa como la bahía deben su nombre a la similitud de su forma, desde una vista aérea, con la de una concha.

Es una playa de aguas poco profundas, aunque a menudo las mareas limitan la superficie útil. Durante la Semana Grande, con los fuegos artificiales, se convierte en un gran escenario. También con las famosas regatas miles de aficionados se acercan a la playa para seguir de cerca esta competición.

Asimismo, está muy bien equipada y dispone de todo tipo de servicios: desde los clásicos toldos azules y blancos que dan sombra y un pintoresco aire a la playa, hasta lavabos, duchas y guardarropas que ofrecen comodidad a los bañistas.

Una playa para pasear y hacer deporte. La arena fina y dorada y sus más de 1300 metros de longitud la convierten en una playa ideal para pasear descalzo, y si la marea está baja, se puede seguir caminando hasta la playa de Ondarreta a través de la pasarela del Pico del Loro, una zona rocosa que separa ambas playas.

El Monte Urgull por un lado y el Monte Igueldo por el otro protegen las aguas de La Concha y la convierten en el lugar idóneo para remar una piragua o un paddle surf.

San Sebastián y el mar

Donostia fue un pueblo marinero de balleneros, exploradores y pescadores. Su esencia y estrecha relación con el mar siguen patentes en la forma de vivir de los donostiarras.

La playa de La Concha es una playa llena de historia e historias. Isabel II la puso de moda en 1845

En verano un servicio de motoras conecta el puerto con la Isla de Santa Clara, uno de los oasis preferidos de los donostiarras. El islote, habitado durante años sólo por el farero, es un punto y aparte del ajetreo de la ciudad: no hay vehículos, sólo una pequeña playita (la única de Euskadi y de las poquísimas del Cantábrico que miran al sur), senderos, escaleras, mesas de picnic, rincones íntimos y excelentes panorámicas sobre el mar y el skyline de Donostia.

Donde el mar y el viento se peinan antes de entrar a la Bahía de la Concha

El Peine del Viento es un conjunto de tres esculturas de acero de más de 9 toneladas cada una, que se sitúa allí donde acaba la ciudad y comienza el mar, donde las olas abrazan los abruptos acantilados del Monte Igueldo. Eduardo Chillida ancló en sus rocas las tres esculturas para que el viento entrase siempre peinado en la Bahía de La Concha.

Un lugar donde el mar y el viento se baten con desenfreno azotando las rocas. Donde la naturaleza y el arte se funden pareciendo uno solo. Y es que la colocación de las esculturas hace que parezca que emergen de la propia roca, como si fuesen parte de ella.

En los días en los que el mar se enfurece, el Peine del Viento se convierte en una representación única en el que las olas bailan entre las púas de la escultura, desafiando a la fuerza del acero, al son del siseo del viento.

El Peine del Viento es una escultura especial por su forma, por el entorno en el que se encuentra pero también por la historia que esconde. Porque, aunque las que podemos contemplar en Donostia son 3 esculturas, en realidad, Chillida realizó una serie de 23. De hecho, su nombre original es El Peine del Viento XV, es decir, ocupan el decimoquinto puesto de esa serie de 23 esculturas.

A final de los sesenta, y teniendo en cuenta que Eduardo Chillida ya se estaba convirtiendo en una figura relevante, varios donostiarras se unieron para conseguir que se le hiciera un homenaje. Tuvieron que pasar más de 10 años hasta que el Ayuntamiento de San Sebastián decidió honrar la obra del artista en un lugar especial para él. Y es que cuando Chillida era pequeño se escapaba a este lugar para disfrutar del enviste del mar y las olas.

El artista comenzó con la serie de esculturas tituladas El Peine del Viento allá por 1952. Pero no fue hasta 1977 cuando, por fin, Chillida creó la obra definitiva y se la regaló a la ciudad. Aun así, siguió trabajando en su diseño hasta 1999, realizando un total de 23 obras diferentes. Algunas de ellas, pueden verse en el Museo Reina Sofía de Madrid, en el Palacio de la Unesco en París o en el Txillida Leku de Hernani.

La Playa de Ondarreta, para disfrutarla en familia en cualquier época del año

La Playa de Ondarreta, por su ubicación, por sus aguas y por las actividades que ofrece, es el lugar ideal para las familias, pero también para quienes buscan un poco de aventura o relajarse sobre la arena. Se encuentra al abrigo del Monte Igueldo y a los pies del Palacio Miramar, en plena Bahía de la Concha.

Ondarreta es la más desconocida de las tres playas de la ciudad, y por lo tanto, la menos aglomerada en épocas estivales. Este hecho la convierte en el lugar ideal para niños.

Zurriola: la playa surfera

Olas, surf y juventud. Estos son los componentes principales del barrio de Sagüés, la zona con más movimiento y ambiente surfero de San Sebastián.

El Monte Urgull se encuentra en uno de los extremos de la Bahía de La Concha, custodiando la Parte Vieja

Situada al lado del barrio de Gros, en la falda del Monte Ulía y colindante a la Playa de la Zurriola, Sagués se ha convertido, desde su remodelación hace 15 años, en el destino favorito de surfistas y jóvenes de todo el mundo con ganas de divertirse y conocer gente. Campeonatos y constantes cursillos de surf, de voleibol, partidos de fútbol o pala que se desarrollan en la Playa de la Zurriola son precisamente lo que dotan de dinamismo y atractivo a esta zona.

La Parte Vieja: el verdadero centro social de Donostia

El lugar más visitado de San Sebastián es, sin duda, la Parte Vieja. Es el segundo barrio más viejo de la ciudad después del Antiguo. Se sitúa al pie del Monte Urgull, el puerto por el lado del mar, y el río Urumea seguido por el barrio de Gros en la parte Este.

Adentrarse en la zona vieja significa conocer el verdadero centro social de Donosita, sus empedradas calles como la 31 de Agosto, que conmemora el incendio de ese día en 1813, están llenas de bares para poder disfrutar de los mejores pintxos de la ciudad, y sus edificios emblemáticos como la Basílica de Santa maría del Coro y la iglesia San Vicente son de gran atractivo e interés.

La Plaza de la Constitución, una de las más famosas de la capital guipuzcoana, también se sitúa en esta parte de San Sebastián, que es un lugar lleno de vida y el escenario protagonista de las fiestas locales más importantes como la famosa Tamborrada.

La Parte Vieja, como su propio nombre indica, es el germen de la ciudad actual, y está delimitada por tres elementos naturales: el Monte Urgull, el río Urumea y la Bahía de la Concha. Hasta 1863 estaba delimitada también por la muralla de la ciudad; año en el que se decidió derribarla para acometer el nuevo ensanche de la ciudad.

La plaza de la Constitución

El corazón de la Parte Vieja lo ocupa la plaza de la Constitución. Su edificio central fue hasta la década de los cuarenta el Ayuntamiento de San Sebastián. Los balcones de los coloristas edificios que la rodean tienen impresos unos números que nos remontan a su pasado en el que hacía funciones de coso taurino. Hoy, sin embargo, la Plaza de la Constitución es un lugar lleno de vida y el escenario protagonista de las fiestas locales más importantes.

Una de las principales aficiones de donostiarras y turistas es callejear por la Parte Vieja y recuperar fuerzas en alguno de los numerosos bares o restaurantes de la zona: txikitos, txakolí, los ubicuos pintxos

En la Parte Vieja están también las dos iglesias más antiguas de la ciudad…

Iglesia de San Vicente

Es el templo más antiguo de la ciudad. Construida durante la primera mitad del siglo XVI bajo el estilo gótico, en su interior se esconde uno de los mejores retablos del románico, obra de Ambrosio de Bengoechea y Juan de Iriarte. Junto a él, comparten protagonismo el órgano francés Cavaille-Coll, de 1868, y sus impresionantes vidrieras. En su fachada lateral, la escultura “la Piedad”, del artista Jorge Oteiza. A los bautizados en San Vicente se les conoce como “koxkeros”, debido las piedras salientes del templo (“koxka” en euskera).

Basílica de Santa María

Es una impresionante obra barroca del siglo XVIII que preside la calle Mayor en plena Parte Vieja donostiarra. De esta obra de arte destacan la fachada barroca de matiz churrigueresco, presidida por una escultura de San Sebastián Mártir y el retablo mayor dedicado a la Virgen del Coro, patrona de la ciudad. Junto a la pila bautismal, se puede contemplar una escultura en forma de cruz de Eduardo Chillida. La Basílica se construyó entre 1743 y 1774, sobre la planta de un templo anterior que ocupaba el mismo espacio. La puerta principal coincide en línea recta con la entrada a la Catedral de El Buen Pastor.

Museo San Telmo

En el extremo oriental encontramos el Museo San Telmo, antiguo convento dominico del siglo XVI, que pasó a ser cuartel militar y hoy es el flamante Museo de Sociedad Vasca y Ciudadanía, y que cuenta con un claustro y la antigua iglesia dignos de ser visitados. El extremo oriental da al puerto, a resguardo del mar Cantábrico.

El Monte Igueldo: Un parque de atracciones con vistas increíbles

El Monte Igueldo se alza en el extremo de la Bahía de La Concha, marcando el límite entre el mar y la ciudad. Un lugar que aúna pasado y presente, donde recordar la infancia gracias a un parque de atracciones pintoresco como los que ya no quedan. Donde viajarás al pasado en un funicular de 1912, y desde donde se puede disfrutar de las vistas más emblemáticas de la ciudad. Desde la cima se divisa toda la ciudad, pero también parte de la costa guipuzcoana y el inmenso mar cantábrico disfrutando de la tranquilidad de la Bahía y de la agresividad de las olas chocando contra los acantilados.

El funicular de Igueldo con más de 100 años

Se trata de funicular cremallera con vagones de madera que sube desde las faldas del monte hasta el parque de atracciones. Un funicular que todavía conserva la esencia de cuando se inauguró, el 25 de agosto de 1912 y que lo convierten en el más antiguo del País Vasco.

El Peine del Viento es un conjunto de tres esculturas de acero, que se sitúa allí donde acaba la ciudad y comienza el mar

Subir al Monte Igueldo es una experiencia que transporta al pasado. El trayecto empieza desde la estación, uno de los edificios más bonitos de la ciudad, situado muy cerca del Peine del Viento.

Un viaje que antaño realizaban los donostiarras que subían al casino o al salón de bailes ubicado en la cima. Un viaje pintoresco con un toque de romanticismo.

El funicular nos lleva directamente al parque de atracciones Monte Igueldo, un parque de aquéllos que ya no quedan, donde el encanto de sus antiguas atracciones, como la Montaña Suiza y las Camas Elásticas, harán las delicias de niños y mayores.

El Monte Urgull: testigo de la historia de San Sebastián

El Monte Urgull se encuentra en uno de los extremos de la Bahía de La Concha, custodiando la Parte Vieja. Es uno de los tres pulmones de la ciudad, un paraje natural que envuelve en un halo de tranquilidad, con caminos asfaltados, rodeados de vegetación exótica y que esconden miradores con escenarios de postal sobre San Sebastián.

La abrupta historia militar de la ciudad sigue viva en el Monte Urgull. Su enclave y orografía, la convirtieron en el siglo XII en fortaleza militar y sus murallas sufrieron ataques y asedios a lo largo de los años.

Pasear por el Monte Urgull transporta a una época pasada. En el camino encontrarás las huellas que han dejado en la ciudad los diferentes avatares históricos. También descubrirás fortificaciones y parte de la muralla que un día abrazó Donostia y que hoy es uno de los pocos testigos que queda de las batallas bélicas y los asedios que sufrió en el s.XIX. El Monte Urgull fue testigo en 1794 de la primera capitulación de la ciudad a manos de los franceses y presenció, impotente, el incendio lo que hoy es el casco antiguo, que como consecuencia de la batalla de las tropas galas con el ejército anglo-portugués destruyó la ciudad en 1813.

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