TURISMO NACIONAL

Propuesta para unas Pascuas distintas e inolvidables en la costa gaditana

Redacción | Lunes 04 de noviembre de 2019

Las navidades son sinónimo de luces de colores, villancicos, belenes... una propuesta para celebrarlas cerca del mar… pero al mismo tiempo envuelto en una frondosa vegetación. Un lugar donde los coros sean de pajarillos, regalándonos una sinfonía de música celestial. Un lugar donde, al anochecer, abuelos, padres e hijos se reúnan al calor de una chimenea y, además acompañados de sus mascotas, si lo desean. Un lugar como el Cortijo Fontanilla, es un lugar inolvidable para pasar unas Pascuas distintas en la costa gaditana.

Camino de los días más entrañables del año, las Navidades, es buen momento para planificar dónde celebrarlas. Unos se decantan por hacerlo en casa, como de costumbre, pero otros buscan alicientes que las hagan especiales; como en capitales europeas que presumen de llamativos mercadillos navideños. Pero… ¿y si diéramos un giro a las opciones tradicionales buscando un destino completamente distinto, que hiciera estas fiestas aun más especiales?

Ese destino bien pudiera tener el aroma del mar maridado con otro inconfundible aroma, el de un verde y húmedo césped arropado de árboles y flores; un auténtico ‘jardín del edén’ salpicado de casitas-suites independientes. Esta es la esencia que destila el Cortijo Fontanilla, en la localidad gaditana de Conil de la Frontera, a solo 300 metros del océano Atlántico.

Cada una de la veintena de estancias de este cortijo tiene nombres propios –el Nido Moscatel, la Morada, el Rincón Bananas, el Mesón Bandolero…– es distinta a las demás pero con un común denominador: la calidez interior que las rodea, con sus muebles antiguos y el crepitar de la chimenea, que proporcionan un auténtico calor de hogar a sus huéspedes.

Pasear por este auténtico oasis de relajación es la mejor terapia para olvidar por unos días el estrés de la vida cotidiana, disfrutar de la familia y afrontar con ilusión el nuevo año 2020, al que dar la bienvenida también de una forma especial: viéndole nacer por el horizonte oceánico, sentados tranquilamente sobre la arena de las infinitas playas gaditanas. Y luego, dar otro paseo ­–esta vez por la historia– en Conil de la Frontera; entrando por su Puerta de la Villa para brujulear por sus calles de casas encaladas, visitar la Torre de Guzmán, la Capilla del Espíritu Santo, el parque de la Atalaya, el Museo del Atún o el puerto pesquero.

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