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Alberto Tarín sintetiza en su último trabajo más de tres décadas de pasión por el soul, el blues y el reggae

Redacción | Viernes 30 de julio de 2021

El músico valenciano publica "Lovers Room", repleto de colaboraciones internacionales, que sintetiza más de tres décadas de pasión por el soul, el blues o el reggae

La historia de la música está llena de secundarios que han merecido que los focos mediáticos los iluminaran con más fuerza. Ese es el caso de Alberto Tarín (Valencia, 1961), toda una institución de la música popular no solo valenciana, sino también nacional e internacional. Ya se sabe que (casi) nadie es profeta en su tierra. Y Tarín lleva más de tres décadas construyendo puentes con sonidos y músicos del otro lado del océano: por algo se embarcó en el New York Ska Jazz Ensemble, entre 2004 y 2018, recorriendo medio mundo, después de haber estado anteriormente. Parte de Seguridad Social, con quien trabajó durante la época más exitosa e internacional del grupo, esa primera mitad de los 90 en la que canciones como "Quiero tener tu presencia" o "Me siento bien" (en ambas figuras su firma) sonaba en las estaciones de radio de muchos países.

Tarín confiesa que su vida cambió cuando, siendo un niño de seis años, vio a Louis Armstrong en la televisión. Allí se enamoró locamente de la música negra. Y esto se ha notado especialmente en sus discos en solitario, como los ya lejanos Courage (1997) y Jazzin ’Reggae (2002).

Sin embargo, ninguno de ellos ha sido tan ambicioso, versátil y sincrético en su forma de absorber lo mejor de los géneros de raíz negra como este “Lovers Room” (2021), un trabajo que destila, a través de una ejecución absolutamente impecable, el amor incondicional por la mejor música.

“Lovers Room”

Alberto Tarín resume toda una vida en LOVERS ROOM, un disco que condensa las claves de la mejor música raíz negra.

El músico valenciano publica un nuevo trabajo, lleno de colaboraciones internacionales de ensueño, que sintetiza más de tres décadas de pasión por el soul, el blues o el reggae.

En este disco han colaborado Fred Reiter, Frankie McCoy, Payoh Soul Rebel y Diana de Ramón, y que cuenta con la producción de Joe Dworniak (Kiko Veneno, Jarabe de Palo, Radio Futura) en tres de sus once temas y algunas mezclas de Steve Sykes (Rod Stewart, Smokey Robinson) en Los Ángeles: hay once originales y un cover de “Magnolia” de JJ Cale, adaptado al español. La distancia, en estos tiempos de pandemia, no ha sido un problema para redondearla.

En él hay de todo. Y todo está excepcionalmente resuelto: el blues rock satinado y nocturno de "Still Haven't Found My Woman" o "Are You Satisfied", la cadencia reggae de "Little Girl" (con el valenciano Payoh Soul Rebel) o "Sweet Words of Love ”, la espiritualidad desbordante, entre gospel y rhythm and blues, del contagioso“ You Are The One ”, el medio tiempo exultante“ It Must Be You ”, con el saxo de Fred Reiter (New York Ska Jazz Ensemble), que parece por venir de la escuela de Randy Newman o Elton John; e incluso el americano de “Scrawler Girl”, el pop diáfano de “The More I See You” o la balada acústica “Goodbye To Love (I Don't Wanna Say)” , con la voz de Diana Ramón, por no hablar del empoderador himno del soul disco que es “No One Can Make You Feel Inferior”, con la voz del norteamericano Frankie McCoy, otra canción con un sabor clásico instantáneo.

Porque si algo tiene este disco es eso, canciones que suenan a clásicos desde la primera escucha. Que no se alejen del canon pero no se limiten a reproducir los tics de los géneros que atraviesan, porque no hay técnica que pueda ocultar la falta de alma. Y eso es lo que irradia esta obra, también creada con la ayuda de colaboradores como Arturo Serra, Tono Errando, Sylvia Peña, Javier Escriche o Jesús Blas "Chapi". Alma, coraje, pasión y dedicación a la música más sangrienta que uno pueda imaginar. Devoción por la música a la que Alberto Tarín se ha entregado en cuerpo y alma, y a la que en este disco ha querido rendir el mejor homenaje posible, aprovechando también para superar una complicada etapa personal con ánimos totalmente renovados. El poder curativo de la música, en definitiva, condensado en once grandes composiciones.

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