EXPOSICIÓN EN EL MUSEO DEL PRADO HASTA EL 22 DE JUNIO
En los años en los que Goya retrataba la crudeza de la guerra y Napoleón reconfiguraba Europa, Madrazo, desde su exilio en Roma, exploraba los mitos clásicos como un espejo de su tiempo y de su propia capacidad para reinventarse.
Esta exposición continúa la línea de trabajo de investigación iniciada con “Juramentos de papel” y profundiza en el estudio y revisión del Fondo Daza-Madrazo, adquirido por el Museo en 2006.
La exposición traslada al visitante a un momento crucial de la historia europea, los años finales de la expansión del imperio napoleónico, en los que Madrazo, como tantos otros artistas, vivió un difícil equilibrio entre la tradición y la modernidad.
En este contexto de revoluciones e imperios, Madrazo desarrolló una obra que dialoga con los grandes maestros del pasado, como Rafael o Mengs, pero también con las inquietudes de su tiempo o con referentes artísticos contemporáneos. El escenario de Roma, donde coincidió con Carlos IV y su corte en el exilio, fue clave para la creación de los dibujos que ahora se presentan.
El núcleo de la exposición se organiza en torno a dos grupos de obras que plantean interrogantes sobre su destino original. Por un lado, encontramos ensayos de argumentos destinados, al menos uno, a ser grabados, mientras que, por otro, composiciones en forma de medios puntos que podrían haber sido diseñadas para decorar espacios específicos, como las estancias del palacio en el que residió Carlos IV en el convento de San Alejo, en el Aventino.
Estas obras, vinculadas iconográficamente por temas como la disputa entre Apolo y Cupido, revelan la capacidad de Madrazo para reinterpretar los mitos desde una perspectiva personal y erudita. La muestra también incluye un significativo ejemplo de cómo Madrazo incorporó la mitología en sus retratos. Se trata del retrato de Josefa Tudó, amante y luego esposa de Manuel Godoy, junto a sus hijos, representados como Afrodita, Eros y Anteros, adorando un busto del que fuera ministro de Carlos IV. Esta obra, cargada de simbolismo, combina la exaltación de unos lazos familiares no normativos con una iconografía mitológica que subraya la complejidad de su contexto.