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María Martín, paisaje después de la DANA

Redacción | Viernes 18 de julio de 2025

María Martín es artista plástica, docente e investigadora.

María Martín vive en Castellar-Oliveral, en la huerta sur de València y sufrió en sus propias carnes y en su propio arte los efectos de la devastadora DANA, al igual que otros muchos y muchas artistas, que tuvo lugar el pasado mes de octubre de 2024…

Tal como lo cuenta a INOUT VIAJES:

“Mi vivienda y taller comparten espacio en una casa de pueblo en la huerta y la dana afectó directamente a la planta baja, a mi entorno y a mi espacio de trabajo.

El agua arrasó no solo objetos personales, sino materiales de producción, obra acumulada durante años como archivo, bocetos, documentación...”

El problema no es sólo que el agua se llevase todo eso, sino que todo eso no se puede calcular en valor monetario porque…

“Es difícil ponerle un valor económico a lo que se pierde cuando se destruye una obra artística. Muchas veces son piezas únicas, irrecuperables, o trabajos en proceso, encargos de particulares o proyectos expositivos... Más allá de lo material y económico también está la parte emocional de piezas que han formado parte de mi trayectoria, que eran archivo y memoria de momentos vitales y profesionales, así como años de esfuerzo personal invertidos en construir esta casa-taller como un proyecto de vida familiar y creativo. Un espacio que nos permitiera conciliar y desarrollarnos.”

Al final, quizá sin saber cómo empiezas a hacer recuento de lo perdido y te das cuenta de que, a lo peor, has perdido más de lo que en un principio creías…

“Muchas cosas se tiraron directamente porque lo prioritario era recuperar la habitabilidad del hogar para mis hijos. Solo con el tiempo empecé a darme cuenta de todo lo que había perdido, incluso al ver fotografías de obra que no recordaba haber tirado... por suerte obra en papel de algunos cajones que subimos al primer piso y algunas piezas de gran formato que, tras poner a salvo a mis mascotas y con mis hijos en el piso de arriba fueron, junto a los ordenadores, mi prioridad en el taller al comenzar a entrar el agua.”

Y se suceden los momentos difíciles posteriores a la destrucción y recuerdas aquella pesadilla…

“Recuerdo el barro por todas partes, la urgencia por limpiar, por proteger a mis hijos. Recuerdo también el silencio posterior, la rabia contenida, la tristeza, esa especie de pausa en la que parecía que no había espacio para hablar de lo artístico, porque lo inmediato era volver a tener agua potable, luz o una nevera... Fue una mezcla de shock, desgaste físico y emocional. Un sentimiento de derrota y desconexión total con mi práctica creativa, con un nudo constante por no ser capaz de verbalizar muchos sentimientos.”

Y se puede llegar a pensar en dejar todo cuando ves casi todo perdido, o quizá no…

“La rabia y la tristeza por lo perdido no me permiten renunciar. Lo que siento es una necesidad de lucha por mi voz artística, por mantener lo que soy en el mundo y mi forma de expresarme. No se trata solo de seguir creando, sino de seguir generando transferencia, de aportar cultura a una sociedad que necesita nuevas miradas más que nunca.

En esta ocasión, el efecto ha sido justo el contrario: he soltado proyectos y trabajos que no me interesaban, para centrarme de forma más honesta en los propios.”

En definitiva…

“Lo que ha salido a la luz con la DANA ha puesto también en evidencia la falta de recursos y de estructura de sostén del mundo cultural. Y ante eso, seguir creando es también una forma de resistencia.”

Pero no hay que olvidar que el sector artístico en Valencia ha estado muy afectado por esa DANA, y mucha creación se ha perdido en los sucias aguas que ha arrastrado vidas (lo más terrible) sino también cultura, y esa cultura no se puede valorar en euros, y esa cultura no se va a recuperar aunque se estén dando ayudas, con cuentagotas, a algunos de los perjudicados…

Pero, como se dice, la vida sigue y con ella los creadores, aunque…

“El sector sigue siendo muy frágil. Precariedad estructural, falta de apoyos estables y una sensación constante de estar en el margen. Pero también hay una enorme fuerza colectiva, muchas redes de apoyo informal, iniciativas independientes, artistas que siguen creando y resistiendo desde sus propios recursos. Somos un tejido vivo, aunque a veces agotado.”

(FOTOGRAFÍAS DE ELENA MAHUGO)

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