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Rosh Hashaná 5786 en Madrid: tradición y memoria en la sinagoga

Redacción | Jueves 25 de septiembre de 2025

Con motivo de Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío, nos acercarnos al sentido de esta celebración milenaria a través de una experiencia vivida en primera persona: la visita a la Sinagoga de Madrid. En este recorrido por el templo de la calle Balmes, guiados por las explicaciones de la propia comunidad, descubrimos los símbolos, los rituales y los espacios que dan forma a una tradición que combina espiritualidad, memoria e identidad. Más allá de la solemnidad de sus ceremonias, la sinagoga nos abrió las puertas a una vivencia única, donde cada detalle —desde el sonido del shofar hasta la luz que entra por las vidrieras— invita a comprender la profundidad de este tiempo de reflexión y esperanza.

Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío, no es una celebración marcada por fuegos artificiales ni grandes banquetes, sino por el recogimiento y la espiritualidad. Con él comienza un nuevo ciclo en el calendario hebreo y se inaugura un período de diez días de profunda reflexión, conocidos como los Yamim Noraim o “Días Temibles”. Son jornadas dedicadas a la introspección, la oración y el balance personal, en las que cada creyente examina sus actos del año que termina y busca la reconciliación consigo mismo, con los demás y con Dios. Más que una festividad, Rosh Hashaná es un llamado a la renovación interior y a la esperanza, un tiempo en el que la tradición se entrelaza con el deseo universal de comenzar de nuevo.

Con motivo del Rosh Hashaná 5786, INOUT VIAJES tuvo la oportunidad de visitar la Sinagoga de la calle Balmes, en una reunión organizada por Turismo de Israel. Durante la visita, se exploraron sus espacios, se conocieron algunos de sus rituales y se conversó con miembros de la comunidad sobre el significado del Año Nuevo judío. Esta experiencia permite apreciar de cerca la solemnidad, la historia y la vida cultural que se respira en este templo, ofreciendo una perspectiva única para comprender cómo la tradición y la memoria se entrelazan en el corazón de la ciudad.

Rosh Hashaná: Tradición y simbolismo del Año Nuevo judío

El Año Nuevo judío no se celebra con fuegos artificiales ni brindis, sino con el sonido del shofar, un cuerno de carnero que llama a los fieles al examen de conciencia. Esta trompeta, que se sopla directamente sin boquilla ni piezas metálicas, emite un sonido solemne, crudo y profundamente simbólico. Cada sonido tiene un significado espiritual específico: el Tekiah —un toque largo y firme— simboliza la llamada a la atención o una proclamación real; el Shevarim —tres toques cortos y quebrados— representa el llanto y el dolor por los errores cometidos; el Teruah —una serie de nueve toques rápidos o “temblores”— expresa alarma espiritual y urgencia de despertar; y el Tekiah Gedolah —un tekiah prolongado y más largo que el primero— cierra la serie simbolizando esperanza y redención. Tuvimos la oportunidad de escuchar en vivo el shofar, y la explicación del significado de cada toque y su papel central en Rosh Hashaná. Con el sonido del shofar se inaugura el período de los Diez Días de Penitencia, que culmina con el Yom Kipur, el Día del Perdón.

El año 5786 recuerda la tradición judía de contar los años desde la creación del mundo según el cómputo bíblico, convirtiendo estas fechas en un tiempo cargado de espiritualidad y simbolismo.

Durante Rosh Hashaná, las familias se reúnen alrededor de mesas que combinan tradición y significados profundos: la manzana bañada en miel para desear un año dulce, el pan trenzado (jalá), los frutos redondos que simbolizan ciclos completos, granadas que representan abundancia de buenas acciones y, en algunas comunidades, pescado con cabeza para “mirar hacia adelante”. Se recitan oraciones por la paz, la salud y un año lleno de bondad y justicia, reforzando el vínculo entre la familia, la comunidad y la memoria histórica.

Historia y origen de la Sinagoga de Madrid: Una joya discreta en el corazón de la ciudad

La Sinagoga de Madrid, situada en la calle Balmes, se erige como un símbolo de la recuperación de la presencia judía en España tras casi cinco siglos de ausencia. Inaugurada en 1968, fue la primera sinagoga construida en la península desde la expulsión de los judíos en 1492, gracias a los cambios legales que permitieron la libertad religiosa en el país. Su creación fue posible gracias al esfuerzo de la comunidad judía sefardí, que en su mayoría había llegado a España desde el norte de África, y que buscaba recuperar un espacio propio para el culto y la vida comunitaria.

Este templo combina modernidad y tradición en su arquitectura: sus muros de piedra clara y sus líneas sobrias evocan al mismo tiempo la historia milenaria del pueblo judío y un horizonte de renovación. Más que un simple lugar de oración, es un centro cultural y educativo donde se celebran ceremonias, se imparten enseñanzas y se fortalecen los lazos de comunidad.

A lo largo de los años, la Sinagoga de Madrid ha sido testigo de la vida de la comunidad judía en la capital: un espacio donde se conjugan la memoria histórica, la espiritualidad y la vida cotidiana. Sus muros de piedra clara y líneas sobrias recuerdan tanto la modernidad como el peso de la historia.

La visita a la Sinagoga de Madrid

Quien camina por la calle Balmes puede pasar por alto la Sinagoga de Madrid, cuya fachada discreta se integra con sobriedad en el paisaje urbano. Pero al cruzar su umbral, el visitante abandona el ruido de la ciudad y se adentra en un espacio de recogimiento donde la historia y la espiritualidad laten con fuerza.

El recorrido comienza en el vestíbulo, ese umbral simbólico que separa lo cotidiano de lo sagrado. Al avanzar hacia la sinagoga principal, la sala se abre imponente y solemne: un espacio amplio, de líneas limpias, enmarcado por vidrieras que tamizan la luz y la convierten en un resplandor cálido y espiritual. El aire invita al silencio, a la contemplación y al respeto.

En el centro de la sala, frente a los bancos, destaca el púlpito o bimá, la plataforma elevada desde donde se leen las Escrituras. Detrás de él se encuentra el corazón del templo: el Arón HaKodesh, también llamado Arca Sagrada. Se trata del lugar más sagrado de la sinagoga y está orientado hacia Jerusalén, siguiendo la tradición. A simple vista parece un armario elegante, con puertas trabajadas y coronadas por símbolos, pero al abrirse revela su verdadero tesoro: los rollos de la Torá (Sefer Torá), cuidadosamente guardados y vestidos con mantos bordados, a menudo en terciopelo o seda, decorados con inscripciones hebreas y rematados con coronas de plata o campanillas. Junto a ellos reposan punteros rituales (yad), que sirven para señalar el texto durante la lectura, y otros ornamentos litúrgicos que acompañan el culto. Cada detalle habla de la sacralidad de esos escritos, elaborados a mano por soferim (escribas) con paciencia y minuciosidad. Sobre el arca brilla la ner tamid, la lámpara perpetua que nunca se apaga, símbolo de la presencia constante de Dios.

Durante la visita, los miembros de la comunidad no solo mostraron este espacio sagrado, sino que también ofrecieron una experiencia inolvidable: hacer sonar el shofar. El eco de este cuerno de carnero, con sus notas crudas y solemnes, llenó el templo, estremeciendo a los presentes. Sus llamadas —unas largas y firmes, otras quebradas y temblorosas— transmiten un mensaje universal de reflexión y renovación, un vínculo directo con la tradición milenaria del pueblo judío.

Más allá del espacio de oración, la sinagoga revela otras estancias que completan la vida comunitaria: aulas donde los niños aprenden hebreo y las costumbres de sus antepasados, salas de reunión que acogen celebraciones y conferencias, y una biblioteca silenciosa, repleta de volúmenes que guardan la memoria escrita de la tradición judía. En sus estanterías conviven textos sagrados, estudios de historia y filosofía, y obras que permiten comprender la riqueza cultural del judaísmo en sus múltiples expresiones.

La visita a la Sinagoga de Madrid no es solo un recorrido arquitectónico. Es una inmersión en la espiritualidad, la memoria y la vida cotidiana de una comunidad que, tras siglos de ausencia, ha recuperado en el corazón de la capital un lugar donde rezar, enseñar y transmitir identidad. Aquí, la luz que entra por las vidrieras, el susurro de las páginas sagradas en la biblioteca y el eco vibrante del shofar se entrelazan para ofrecer al visitante una experiencia única, cargada de significado.

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