PERSONAJES

MARÍA MARTÍN: Pintar me permite canalizar lo vivido, entenderlo y transformarlo

Redacción | Lunes 06 de octubre de 2025

“Siempre he entendido el arte como un modo de expresar y compartir sentimientos y emociones, un espacio desde el que comunicarme con sinceridad. Más allá de una pieza artística final, reivindicar el tiempo y el proceso como parte de la obra, es clave para mí.”

María Martín Gallego (Valencia, 1982) es licenciada en Bellas Artes y posee un Máster en Producción Artística. Desde 2006 combina su labor como profesora en el Departamento de Dibujo de la Universitat Politècnica de València, con la investigación en el Centro de Investigación Arte y Entorno (UPV), y con una sólida trayectoria artística centrada en el paisaje, especialmente en entornos “devastados”.

Viví la DANA con una sensación constante de pérdida y rabia

Su práctica artística se articula a través del dibujo y el grafismo y la pintura, con un enfoque en procesos ligados a la naturaleza, la sostenibilidad y la resiliencia, especialmente desde el trabajo de mujeres artistas.

Actualmente participa activamente en exposiciones colectivas, concursos y proyectos colaborativos, impulsando la profesionalización de su práctica y su presencia en el sector cultural. Busca establecer redes de colaboración con comisarias, instituciones y profesionales interesados en el arte contemporáneo y su dimensión social, educativa y transformadora.

Frente a su propio estudio, que se inundó por la DANA y cuando va a cumplirse un año de aquellos días fatídicos de octubre, María Martín reflexiona sobre cómo la pérdida y la devastación han permeado su pintura y su vida cotidiana.

¿Cómo viviste personalmente el episodio de la DANA?

Viví la DANA con una sensación constante de pérdida y rabia, seguida por un impulso de lucha que aún guía mis decisiones actuales y futuras. Nuestra casa, que también funciona como estudio, está en la huerta sur de València y la planta baja se inundó en pocas horas. Intentamos proteger lo esencial: ordenadores, obras grandes, materiales… pero el agua lo atravesaba todo. Lo más duro no fue solo la pérdida material, sino la velocidad con la que había que decidir qué salvar en esos momentos y qué recuperar después. Muchos bocetos, archivos y pigmentos se destruyeron. Prioricé la seguridad de mis hijos y la recuperación del espacio habitable. Fue una experiencia desbordante a nivel físico, emocional y simbólico, aunque mi práctica artística, como docente y creadora, me permitió encontrar cierto anclaje frente al caos.

¿Dónde estabas cuando ocurrió?

Estaba en casa, con mi familia. Vivimos en Castellar-Oliveral, cerca de la desembocadura del río, y la zona se volvió vulnerable en pocas horas. Recuerdo revisar el móvil sin luz, viendo cómo subía el nivel del agua desde el piso superior mientras mis hijos dormían. La tensión era constante: mover lo esencial a zonas más altas y mantener la calma en medio del miedo. Esa noche, mi rol como madre y como artista se entrelazó: cada decisión tenía un peso práctico y simbólico.

Siempre he trabajado el paisaje desde la memoria, no como representación literal

¿Qué impacto tuvo sobre tu obra, tu estudio o tus materiales?

Perdí trabajos acumulados durante años: piezas en proceso, documentación, pigmentos y archivos analógicos. Pero más allá de lo material, lo que dolió fue ver cómo ese espacio que había construido para sostener la práctica artística y familiar quedaba inservible. Fue una fractura física y emocional, que ahora se refleja en mi obra, donde la memoria del paisaje y la huella del desastre se entrelazan.

En tu trabajo ya abordas paisajes “devastados”. ¿Sientes que ahora esa devastación ha entrado también en tu realidad personal?

Siempre he trabajado el paisaje desde la memoria, no como representación literal, sino como huella emocional de los lugares vividos. La DANA no rompió esa línea, sino que la convirtió en una continuidad dolorosa. La devastación que antes evocaba desde lo simbólico ahora forma parte real de mi historia: tierra inundada, barro, pérdida… todo eso ha entrado en la pintura, no solo como imagen, sino como gesto, materia y silencio.

¿Cómo ha cambiado tu manera de mirar el entorno desde la DANA?
La pausa y la atención por el paisaje siempre han estado presentes; mirar y estar en mi entorno ha sido central. Pero desde la DANA, esa mirada se ha vuelto más densa, más física. Texturas, colores y gestos arrastran una carga constante en mi pintura. El paisaje se ha vuelto sedimento, huella. Lo vivido se filtra como si la materia pictórica también recordara.

¿Ha influido este suceso en tu producción reciente? ¿Has sentido necesidad de expresarlo de alguna manera?
Sí, profundamente. Me costó varios meses volver a pintar, pero cuando lo hice, sentí que solo podía hacerlo desde ese lugar de pérdida, de tierra removida. Así nació ‘Memorias de suelo’, una serie que trabaja con soportes dañados, capas de materia, pan de oro y gestos que aluden a la grieta y al paisaje alterado. Una pieza de esta serie recibió el Primer Premio del Certamen de Pintura FUVAMA 2025, un reconocimiento significativo que confirma que lo vivido puede transformarse en lenguaje y memoria compartida.

¿Crees que el arte puede ayudar a procesar este tipo de desastres?

Sí. El arte no solo ayuda, muchas veces es la única forma de sostener lo que no se puede nombrar. Pintar me permite canalizar lo vivido, entenderlo y transformarlo. Desde mi infancia ha sido mi modo de comunicarme y conectar con los demás.

Mi familia está en el centro: son motor, refugio y también límite

MIRANDO HACIA ADELANTE

¿Estás trabajando ahora en algo nuevo que tenga conexión con esta experiencia?
Sigo desarrollando piezas dentro de ‘Memorias de suelo’ y otras investigaciones sobre paisaje, fractura y resiliencia. El gesto de cubrir, romper o dejar aparecer el rastro está presente en mi nueva serie ‘Vestigios de un paisaje’, mientras continúo con propuestas expositivas vinculadas al territorio y la integración de la obra en entornos profesionales.

¿Qué te gustaría que el público comprendiera cuando observa tus paisajes?
Que no se trata solo de representar un lugar, sino de compartir una experiencia y un lenguaje de memoria y recuerdo. Mis paisajes son emocionales: hablan de pérdida, pero también de resistencia a través del color, el gesto y la belleza que persiste.

OTROS ASUNTOS

Explícanos sucintamente tu rutina diaria en estos momentos.

Compagino la docencia universitaria con mi práctica artística y la vida familiar. Algunos días estoy en el aula, otros en el estudio, y la mayoría intentando que todo conviva. Pintar es la base de todo lo que me mantiene en dirección; cada gesto tiene sentido aunque el tiempo sea escaso.

Pintar se ha vuelto acto de memoria, reivindicación y lucha

¿Qué lugar ocupa tu familia en tu vida y en tu obra?

Mi familia está en el centro: son motor, refugio y también límite. La maternidad me ha hecho mirar el mundo y el arte de otra forma, y eso se refleja en la obra, a veces de manera directa y otras como tensión constante entre cuidado, deseo y creación. La familia me impulsa a seguir creando y es inseparable de mi práctica artística.

¿Se pudo recuperar, de algún modo, algo de lo perdido?

Materialmente, muy poco: algunas obras y archivos digitales. Pero simbólicamente, todo lo perdido transforma mi vida y mi obra actual. Pintar se ha vuelto acto de memoria, reivindicación y lucha.

Para finalizar, cuenta algo que se haya quedado en el tintero y que sientas necesidad de decir, o de gritarlo.

Que el arte no es un lujo: es una forma de resistir, nombrar lo que no se ve, cuidar y transformar. Quiero reconocer a tantas compañeras y compañeros artistas que, como yo, sufrieron la DANA y conviven con la precariedad del sector cultural. La catástrofe evidenció esa fragilidad, pero seguimos creando. Frente al silencio, el arte dice: aquí estamos.