OTRAS NOTICIAS

Carmen: Pasión lírica y Flamenco. Dos mundos, una misma llama

Redacción | Viernes 10 de octubre de 2025

CARMEN: PASIÓN LÍRICA Y FLAMENCO EN EL TEATRO CAPITOL GRAN VÍA (MADRID)

Lo que prometía y los atractivos

Es una producción que busca unir dos tradiciones: la ópera y el flamenco, no solo adaptando música sino reinventando la atmosfera sonora, rítmica y escénica.

Puede atraer tanto al público que gusta de la lírica/ópera como al que prefiere lo flamenco. Se presenta como una experiencia transformadora.

El hecho de que la voz lírica y el flamenco dialoguen da lugar a momentos de intensidad emocional, jugando con contrastes— entre lo formal/polifónico (ópera) y lo visceral/improvisado (flamenco).

Lo que podría ser desafiante o puntos críticos

Reconciliar bien la ópera (que tiene estructura, líneas melódicas definidas, exigencias vocales de otro tipo) con el flamenco (que vive de la improvisación, sentimientos espontáneos, libertad rítmica) no es fácil; puede haber momentos en que uno domine al otro, o que la mezcla no parezca equilibrada.

Las reinterpretaciones pueden dividir: para algunos, la Habanera tal como la conocemos en Bizet es insustituible, otros la verán enriquecida con las palmas, guitarras flamencas, etc. Mucho depende del gusto personal por las adaptaciones.

También, la puesta en escena y la ejecución serán claves: la calidad de los cantantes líricos, de los flamencos, de la guitarra, de la iluminación, del espacio… todo cuenta para que resulte una experiencia potente.

Y LO QUE RESULTÓ Y TRIUNFÓ…

CARMEN: PASIÓN LÍRICA Y FLAMENCO — DOS MUNDOS, UNA MISMA LLAMA

TEATRO CAPITOL.

El telón del Capitol se iluminó con una propuesta tan arriesgada como magnética: “Carmen: Pasión lírica y flamenco”, el nuevo espectáculo de la compañía Ópera Fusión, que llevó a escena un experimento audaz entre dos universos —la ópera y el arte jondo— y los hizo convivir en un mismo cuerpo escénico.

Desde el primer momento, el público —variopinto, curioso, expectante— no sabía muy bien qué esperar.

Entre las butacas se mezclaban melómanos veteranos, amantes del flamenco y grupos de jóvenes atraídos por la promesa de una “Carmen” diferente.

Y lo fue: una ópera clásica reinventada como diálogo constante entre la voz lírica y el duende flamenco.

El recurso más potente de la propuesta fue la duplicación de los personajes: dos Carmen, dos Don José, dos Escamillos y dos Micaelas coexistiendo en escena, cada uno en su plano —la lírica y el flamenco—, reflejándose, desafiándose, completándose.

La mezzosoprano cubana Glenda Vega encarnó una Carmen intensa y magnética, mientras su reflejo bailaor ponía cuerpo al deseo y al destino que la consumen.

Junto a ella, el tenor madrileño Quintín Bueno aportó su lirismo al personaje de Don José; la soprano Helena Gallardo da vida a una intensa Micaela; y el barítono Alejandro Von Büren encarna a un Escamillo lleno de carácter.

Esa superposición, lejos de confundir, generó un efecto fascinante de espejo y desdoblamiento: una misma historia contada por dos lenguajes que se cruzan y se funden.

El acompañamiento musical reforzó esa dualidad: piano y voces líricas de un lado; guitarra, cajón y cante del otro. Las arias de Bizet —la Habanera, el Toreador, el dúo final— se entrelazaron con seguiriyas, soleás y bulerías, creando una textura sonora inédita, donde la precisión técnica de la ópera se abría paso entre el quejío flamenco y la improvisación rítmica.

La puesta en escena fue sobria, casi minimalista: un telón iluminado que cambiaba de color y matices según la emoción, dejando todo el peso a los intérpretes, a la música y a la danza. Esa economía visual resultó eficaz: la intensidad vino de los cuerpos, de las voces, de la respiración compartida.

El público pasó del escepticismo inicial a la entrega plena. Los aplausos se multiplicaron al final de cada número, y el cierre provocó una ovación de pie que obligó al elenco, incluidos los músicos, a permanecer largo rato en el escenario.

EN DEFINITIVA…

Carmen: Pasión lírica y flamenco no pretende resolver el conflicto entre dos tradiciones: lo abraza. Se mueve en la frontera, en el riesgo. Y ahí, precisamente, reside su fuerza. Una Carmen doble, ardiente, que demuestra que la pasión —sea lírica o flamenca— sigue siendo el lenguaje más universal de todos.

TEMAS RELACIONADOS: