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Apuntes de Divas All Star en Garaje Lola

Redacción | Viernes 21 de abril de 2023

Y Divas All Star se hizo carne y vivió entre los mortales.

Fue un viaje emocionante a través de las pinturas de Miguel Caravaca con la voz de la soprano Maite Alberola.

Pinturas en formato medio y grande que llevaban a Norma, Carmen, Aída, Tosca o Sour Angelica que tomaban presencia con las interpretaciones de la reconocida cantante valenciana.

Y todos los presentes alucinando ante las tremendas cualidades operísticas que impactaban a los espectadores que llenaban Garaje Lola para ver y deleitarse con ese montaje-performance ideado por Emiliano Suárez.

La música, con el piano del maestro Miquel Ortega, de Bellini, Bizet, Verdi y Puccini, y la asombrosa expresión de Maite Alberola terminó por poner en pie a los asistentes a esa ceremonia de ópera, rock, cine, teatro y pintura en una apuesta arriesgada, pero segura por la calidad de todos y todas los implicados.

¿Qué fue lo más emotivo?

¿En que punto se vio lo más espectacular?

¿Qué faltó?

Vayamos por partes.

Lo más emotivo escuchar los temas en un derroche vocal e interpretativo de una Maite que recordaba a Matrix, vestida de negro con una levita larga tipo Neo. La voz, los gestos de su rostro, los movimientos de sus manos, la inmovilidad en los momentos en que no cantaba, todo invitaba a arrebujarte en la silla y apretarte el corazón para que dejase de trotar.

Lo más espectacular, todo y los cuadros de Caravaca ejerciendo de mudos testigos de las canciones, dispuestos a saltar al suelo del local y acompañar a la música bailando y dando palmas.

Faltó, bueno, faltó que aquello se prolongase mucho más, que se pudiese seguir viendo y escuchando a DIVAS ALL STAR un buen rato, porque el público estaba preparado para seguir dejándose llevar por la emoción.

Menos mal que hubo un tema de propina con Miquel al piano y Maite a la voz -y que voz- con todos en pie y las luces encendidas para que se pudiesen ver bien las caras, algunas congestionadas por la sensación de estar en un lugar y ante un espectáculo único e irrepetible, porque con el cierre se despidió de los presentes y de los ausentes.

Fue una subasta de emociones de rabiosa vanguardia en donde apareció la música electrónica, el punk, Hollywood y el teatro del absurdo.

Quizá es que encontramos la belleza en el desorden y la diversidad, en el exceso y el respeto por lo clásico y atemporal.

Un Caravaca, convencido de que el arte tiene que ser más radical que la realidad y Suárez, seguro de la validez de la música clásica descontextualizada con conocimiento y criterio, se han unido en una oda al espectáculo de espectáculos que no es otro que la ópera.

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