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Hotel Puntagrande, el hotel más pequeño del mundo frente al Atlántico
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Hotel Puntagrande, el hotel más pequeño del mundo frente al Atlántico

jueves 27 de noviembre de 2025, 09:15h

Erigido sobre una lengua de roca volcánica que se adentra en el Atlántico, el Hotel Puntagrande, el hotel más pequeño del mundo, parece flotar en mitad del océano. Aquí, el sonido del vaivén de las olas y de cómo rompen contra las rocas se convierte en música de la naturaleza que envuelve por completo a sus huéspedes.

Al entrar en este pequeño refugio, uno tiene la sensación de caminar por la cubierta de un barco anclado y de estar inmerso por completo en el océano, con una calma que abraza al viajero y que le hace formar parte del paisaje que le rodea.

Este hotel boutique solo para adultos, cariñosamente conocido como “el hotelito”, se encuentra situado en la villa de Las Puntas (Frontera, El Hierro).

Una nueva vida

Aunque su construcción original se remonta al año 1830, desde 2018 el hotel está gestionado por Davide Nahmias, su mujer Paula y sus hijas Marta, Sophie y Noa. Llegados desde Italia, la familia se enamoró del enclave y emprendió un proyecto de revitalización que ha devuelto al hotel toda su esencia marinera y su espíritu íntimo, con un enfoque sostenible y respetuoso con el entorno natural de El Hierro.

No solo es el hotel más pequeño del mundo según se reconoció en 1987 en el Libro Guinness de los Récords, también es un espacio íntimo que se siente hogar. En él, la naturaleza, el silencio y la cercanía de sus propietarios y trabajadores se entrelazan para despertar en los visitantes sus emociones más profundas.

Su filosofía es la que hace que todos los huéspedes se sientan como en casa: “visita como turista, permanece como invitado y parte como amigo”.

Instalaciones con alma oceánica

El establecimiento ofrece cuatro habitaciones y una suite, todas ellas diseñadas con materiales naturales y decoración marítima auténtica, con vistas privilegiadas al océano Atlántico que consiguen mantener absortos a los huéspedes. En su interior no hay televisión, ya que la verdadera experiencia es la contemplación del mar, la música de las olas, las formaciones rocosas como resultado del camino de la lava, los inolvidables amaneceres y atardeceres de la isla y el disfrute con uno mismo y su acompañante.

Entre su decoración de la sala de estar y restaurante, destaca una increíble colección de matrículas de barcos internacionales que realizaban la ruta de los alisios ya que las Islas Canarias fueron un punto estratégico con el país luso. Además, este espacio cuenta con un integrante muy especial: un buzo antiguo con mucha historia de finales del 1800.

También el huésped puede formar parte del Club del Puro, dedicado al arte de los puros, donde tanto aficionados como amateurs pueden vivir una experiencia original temática con sabores y aromas de todas partes del mundo, sin olvidar la degustación de una exquisita selección de licores espirituosos.

Reconocimientos y excelencia

Además de estar incluido en el Libro Guinness de los Récords desde 1987, el edificio ha recibido múltiples reconocimientos a lo largo de los años. En 1984, también recibió el premio a la Excelencia Turística y, en 1991, el Gobierno de Canarias le otorgó la Medalla de Plata a la Importancia Turística. En 2018 fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por el Gobierno de Canarias, certificando así su relevancia patrimonial.

Asimismo, en 2025 ha sido galardonado con una Llave Michelin por su alto nivel de excelencia y autenticidad, reconocimiento internacional otorgado por la Guía Michelin a establecimientos hoteleros excepcionales.

También cuenta con la certificación DCA – Dream&Charme Assurance, que avala la excelencia en sostenibilidad y hospitalidad de lujo.

Historia

El edificio fue construido en 1830 sobre un promontorio estrecho de lava para servir como almacén portuario que guardaba vino, higo pasado, almendras, aguardiente y agua del Pozo de la Salud, declarado Bien de Utilidad Pública en 1949 por sus propiedades medicinales.

En el siglo XX, la zona creció con la instalación de una grúa para la carga de mercancías y su notoriedad hizo que Francisco Padrón Villarreal se interesara por su adquisición en 1970, con el objetivo de acoger a los visitantes. En los años 80 se convirtió en la primera discoteca de la isla, más tarde en restaurante y en 1987 en hotel, de la mano del arquitecto José Luis Jiménez Saavedra, que restauró su estructura integrando el edificio en el paisaje natural usando piedra de lava y madera local. Además, se incluyeron elementos singulares –especialmente navales– en su interior.

Hoy en día constituye todo un símbolo cultural, paisajístico y emocional de la isla de El Hierro y del archipiélago canario, donde el protagonismo absoluto lo tienen el océano, la tranquilidad y sus huéspedes.

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