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48 horas en Roma

48 horas en Roma

Para conocer Roma se necesita mucho tiempo pero nosotros intentaremos resumir en 48 horas lo principal.

DÍA 1
Primer contacto con la Roma Antigua y el centro histórico, con sus cafés, heladerías y costumbres gastronómicas.
MAÑANA
Roma es madrugadora y desde primeras horas de la mañana se siente por todas partes el peculiar olor a café y cornetti, modo en que los romanos denominan los cruasanes. Si el hotel no lo incluye, cualquier cafetería es buena para un desayuno a base de excelente café, zumos y bollería recién hecha. Tan sólo debe tenerse en cuenta que todos los locales aplican diferente precio atendiendo a si se consume en la barra o en mesa. Palombi es uno de esos cafés típicos italianos, está en la céntrica Via Veneto, pero no por ello aplica precios desorbitados, de hecho es muy frecuentado por romanos en sus míticas “pausa café”.
No hay nada más mágico que amanecer en la Roma Antigua del Coliseo, el Palatino y el Foro Romano (parada de metro Colosseo). Las tres visitas se incluyen en el mismo billete, así que mejor comenzar por el Palatino, evitando las habituales colas para entrar al Coliseo. Se trata de la más famosa de las históricas colinas romanas (con vistas hacia el Circo Massimo y el Foro Romano) donde, según la leyenda, la loba amamantó a Rómulo y Remo. Es la colina de la fundación de la ciudad. Después, sucesivos emperadores romanos fijarían aquí sus lujosas residencias (como la Domus Severiana o la Augustana) y termas (como las de Septimio Severo), de las que hoy quedan sus evocadoras ruinas. Sin abandonar la colina, en los jardines Orti Farnesiani, se descubre uno de los primeros botánicos de Europa con imponentes vistas hacia el Foro.
Tras el Palatino, la siguiente visita es el anfiteatro de Flavio, más conocido como Coliseo por la monumental estatua de bronce que exhibía junto a su entrada. Es una de las siete maravillas del mundo, un espacio realmente sobrecogedor que no deja indiferente a nadie y que inevitablemente recrea en la mente del visitante la visión de gladiadores y fieras batiéndose en su arena. Al salir, el Arco de Constantino muestra la magistral síntesis de propaganda y arte de la que eran capaces los romanos, allá por el año 315.
Durante la siguiente hora, el paseo por la Roma Antigua transcurre por el espacio que por más de diez siglos (su historia arranca en el siglo VII a.C.) constituyó el centro donde se desarrollaba la vida política, social y religiosa de la Roma republicana e imperial. Cierto, hay que recurrir a la imaginación, pues hoy, templos como el de Rómulo y Saturno, o arcos como el de Tito o Septimio Severo, no son más que ruinas, cargadas eso sí, de un halo tremendamente especial. Al otro lado de la Via dei Fori Imperiali se encuentran sus ampliaciones, los Foros Imperiales, sitios arqueológicos que requieren la compañía de un guía, salvo el Foro y Mercados de Trajano que se asientan a los pies de la colina del Quirinal (se entra de nuevo con la “Roma Pass”) y que muestran otra joya imperial, la Columna Trajana.
Desde la colina del Capitolio se obtiene una de las mejores panorámicas del Foro Romano, con el Coliseo al fondo y el Palatino a la derecha. Es la despedida de la Antigüedad y la entrada en el Renacimiento, de la mano de Miguel Ángel, pues a él se debe la Piazza del Campidoglio y la copia de la escultura ecuestre de Marco Aurelio que la preside, escoltada por tres hermosos palacios: Senatorio (sede del Ayuntamiento), Dei Conservatori y Nuovo (sedes ambos de los Museos Capitolinos).
A un paso, literalmente, se encuentra la Piazza Venezia, donde está el enorme Altar de la Patria y el monumento a Víctor Manuel II. Posee unas vistas estupendas ya desde la terraza principal, que mejoran aún más desde lo alto del mirador (su ascensor panorámico abre hasta las 16 horas en invierno y hasta las 17 en verano y el viaje a la cima cuesta 7 euros). De nuevo en tierra, la ruta a pie se dirige hacia Via del Corso, que parte en dos el centro histórico.
Los romanos comen entre las 12.30 y las 14.30h, aunque eso no quita que haya lugares donde se pueda picar algo a cualquier hora, como los populares “pizza al taglio” que venden porciones de pizza y otras especialidades romanas de comida rápida. Una propuesta de restaurante céntrica, original e innovadora es Gina, que recrea la cocina moderna mediterránea (Via San Sebastianello, 7. www.ginaroma.com). Otra opción más tradicional y económica es La Montecarlo (Vicolo Savelli, 13. www.lamontecarlo.it), a un paso del Corso Vittorio Emanuele II, donde degustar a buen precio una auténtica pizza romana (fina y crujiente).
TARDE
El centro histórico es un completísimo museo al aire libre del Renacimiento y Barroco italianos que se puede recorrer a pie: Fontana de Trevi, Piazza Barberini, Trinità dei Monti y Piazza di Spagna, a cuyos pies se abre la Via dei Condotti, exclusivo escaparate de la moda que le devuelve a uno de nuevo a la rabiosa actualidad. Otra interesante calle por la que perderse es la del Babuino que parte de Piazza di Spagna y desemboca en la Piazza del Popolo.
Sin salir del centro, al otro lado de Via del Corso se descubren las plazas del Parlamento, Montecitorio y Colonna, además del Panteón –en Piazza della Rotonda–, excelente lugar para hacer otra pausa y degustar uno de los famosos helados en Della Palma (Via della Maddalena, 27), Il gelato di San Crispino (Piazza della Maddalena, 3) o Giolitti (Via Uffici del Vicario, 40). Muy cerca se encuentran también dos clásicos romanos para los amantes del café, La Tazza d´Oro (Via degli Orfani, 84) y Sant´Eustachio (Piazza di Sant´Eustachio, 82).
La siguiente obra de arte es la Piazza Navona, con sus tres fuentes y edificios de igual belleza. La ruta prosigue hacia la plaza de Campo dei Fiori y cruza el río Tíber por el Ponte Sisto, uno de los más bonitos, con vistas hacia el Vaticano de un lado, y hacia la isla Tiberina del otro.
Es la mejor hora para dar un paseo por el barrio del Trastevere, incluida la visita de su preciosa Basílica de Santa María (abierta hasta las 20 horas) y la plaza homónima, llena siempre de ambiente.
A la hora del aperitivo –tradición italiana consistente en una consumición más buffet libre para picar algo, o cenar directamente– se impone la Piazza Trilussa donde se encuentran dos de locales más generosos y populares en estos menesteres, Friends (www.cafefriends.it) y Freni e Frizioni (Via del Politeama, 4. www.freniefrizioni.com).
Da Ivo (Via di S. Francesco A Ripa, 158) es la pizzería con más gracia y salero del Trastevere donde, además de saborear sus especialidades, se agudiza el ingenio para hacerse con algo del dialecto romano en boca de camareros y pizzaioli. Otra opción es dirigirse en taxi a la zona de Monteverde, rumbo a La Gatta Mangiona (Via Ozanam, 32), para comer la pizza preferida por los romanos.
NOCHE
Una buena forma de proseguir la serata es Société Lutece (Piazza di Montevecchio, 17. www.societe-lutece.it), para tomar una copa cerca de la eterna Piazza Navona, en un ambiente relajado donde siempre se deja ver alguna cara conocida del cine italiano. Otro sitio que ofrece una atmósfera moderna y joven es Salotto 42 (Via di Pietra Papa, 42. www.salotto42.it). Es famoso por sus mojitos y está a un paso del Panteón. Si además se quiere disfrutar de un original show, nada como el Micca Club, donde se han puesto muy de moda los espectáculos de burlesque. Está cerca de Termini (Via Pietro Micca, 7. www.miccaclub.com) y es conveniente reservar para asegurarse la entrada (Tel. 06 8744 0079). Estos tres locales son igualmente una buena opción para el inicio de la noche, pues entre las 20 y las 22 horas ofrecen el aperitivo.
No muy lejos del Coliseo, los delirios de grandeza de Nerón le llevaron a proyectar la construcción del palacio más grande jamás concebido por un emperador, aprovechando los “espacios libres” que quedaron tras el gran incendio que devastó Roma en el año 64. Una gran cúpula dorada, delicados frescos y el magistral uso de la luz son las principales señas de identidad de un vasto proyecto que incluía bosques, viñedos y hasta un lago artificial. Se trata de la fascinante y maltrecha Domus Aurea (Parque Colle Oppio). Durante 2009 el sitio arqueológico ha permanecido cerrado debido a la obras de restauración forzadas por las fuertes lluvias de 2008, pero con un poco de suerte abrirá de nuevo este año. Otra joya arqueológica es el impresionante recinto de las Termas de Caracalla (metro Circo Massimo, entrada con “Roma Pass”), el complejo termal de baños públicos más importante de la Antigüedad (año 212). De gran belleza arquitectónica, entre sus maravillas contaba con altísimas paredes decoradas y techos abiertos para poder observar el cielo romano desde el agua. En la actualidad este escenario se convierte en sede de conciertos estivales de ópera.
DÍA 2
El arte del Vaticano y de las galerías romanas, la belleza de sus parques y los rincones más emblemáticos
MAÑANA
Aparte de los cornetti, sencillos o rellenos de mermelada, a la hora del desayuno son muy típicas las napolitanas (de menor tamaño que las españolas), exquisita especialidad presente en cualquier café de la ciudad y que en Italia denominan a la francesa, pain au chocolat. Y la verdad es que conviene desayunar bien, pues Roma se descubre fundamentalmente a pie y el desgaste es fuerte.
Es innegable que una de las mejores vistas de Roma se obtiene desde lo alto de la cúpula de San Pedro, en el Vaticano, proyectada por Miguel Ángel (7 euros, abre a las 8 de la mañana). Conviene ir pronto (en metro hasta Ottaviano), para evitar al máximo las colas y ver despertar la ciudad desde lo alto. Después, más tranquilamente, se puede uno perder por el interior de la basílica, que embriaga por su grandeza y por obras como la Piedad de Miguel Ángel, o el Baldaquino de Bernini. Remata la experiencia el baño de arte –y de masas– en la Plaza de San Pedro, gran obra de Bernini que representa “los brazos maternales de la Iglesia”.
A medida mañana suelen descender un poco las colas en los Museos Vaticanos (16 euros. www.vaticanstate.va), una vastísima colección de arte de todos los tiempos entre las que destacan dos obras fundamentales del Renacimiento, la Stanza della Signatura, con los frescos de Rafael –el más célebre es la “Escuela de Atenas”–, y la magistral Capilla Sixtina, de Miguel Ángel, aunque antes de llegar a ellas se puede descubrir más acerca de la historia etrusca romana o admirar esculturas como las copias romanas del “Apolo del Belvedere” y el “Laocoonte”, o el más reciente “Perseo con la cabeza de Medusa”, de Antonio Canova.
A un paso del Vaticano resulta imperdible la visita al museo y fortaleza en la que se refugiaban los Papas en tiempos de guerra y saqueos. Es el Castel Sant´ Angelo(Lungotevere Castello, 50. La entrada cuesta 5 euros. www.castelsantangelo.com), que visto desde el avión (con un poco de suerte) o desde Google maps, desvela su característica forma estrellada. Originariamente, antes de convertirse en fortaleza y de pasar a manos vaticanas, este lugar era el Mausoleo de Adriano.
Como contrapunto, para comer ponemos rumbo al barrio judío. Es una buena ocasión para recorrer río abajo el Tíber y cruzar por el puente Garibaldi, junto a la isla Tiberina. En las inmediaciones se encuentra Ba´Ghetto (Via del Portico d'Ottavia, 57. www.kosherinrome.com) donde preparan, entre otras especialidades, las tradicionales alcachofas a la judía y los tonnarelli ai funghi di bosco, dos platos imperdibles. Otra opción en la misma línea de comida kosher es La taberna del Ghetto (Via del Portico d'Ottavia, 8. www.latavernadelghetto.com).
TARDE
Tras el almuerzo resultará agradable recorrer las callejuelas del barrio judío y acabar tomando un café en Campo dei Fiori, que junto con Piazza di Spagna es uno de los lugares más concurridos de Roma a cualquier hora, y motivos no le faltan: está llena de terrazas y por las mañanas acoge un popular mercadillo de frutas y verduras. La plaza está presidida por una estatua en recuerdo de Giordano Bruno, filósofo condenado por la Inquisición a morir en la hoguera en ese mismo punto, en el año 1600. Y justo detrás de Campo dei Fiori se descubre la Plaza de la Farnesina, a la que se asoma majestuoso el Palazzo Farnese, uno de los más bellos de Roma y sede de la embajada de Francia en Italia. Sus jardines, salones y galerías se pueden visitar gratuitamente previa reserva (Tel. 06 6880 9791).
La Galleria Borghese es quizás uno de los muesos romanos más fascinantes, pero ojo, para visitarlo es necesario realizar una reserva telefónica con algún día de antelación (la entrada cuesta 8,5 euros, sirve la “Roma Pass” pero aún así hay que reservar la visita. www.galleriaborghese.it. Tel. 06 32810). Se encuentra en un lateral del parque de Villa Borghese, accesible a pie desde la Via Veneto. El museo ocupa un palacio que ya en sí justifica la visita y que atesora obras de Bernini, Correggio, Caravaggio, Tiziano y Rafael, entre otros. Una colección valiosísima que va del siglo XV al XVIII y que se complementa con muestras temporales.
Aún en los dominios de Villa Borghese, conviene adentrarse por este espectacular parque –lleno de estatuas, un lago y hasta una plaza donde se realizan eventos ecuestres– y llegar hasta otra de sus maravillas, los jardines del Pincio que se asoman a la Piazza del Popolo proporcionando una inolvidable postal de Roma, especialmente al atardecer. En la plaza hay un impresionante obelisco y tres iglesias que merecen una visita, Santa María del Popolo y las basílicas gemelas de Santa María in Montesanto y Santa María dei Miracoli.
Desde la vecina plaza de Flaminio se puede coger el metro para trasladarse hasta la parada de San Giovanni donde se encuentra la catedral de Roma, San Juan de Letrán, “madre y cabeza de todas las iglesias de Roma y del mundo” cuyo interior fue reconstruido a mediados del siglo XVII por Borromini, y la fachada un siglo después por Alessandro Galilei.
De vuelta al centro, un buen lugar donde efectuar una pausa para un aperitivo es la Enoteca Palatium, un restaurante y wine bar exquisito donde conocer y degustar los productos típicos del Lazio, como el vino blanco procedente de la zona de Castelli Romani (Via Frattina, 94.www.enotecapalatium.it).
En busca de nuevas perspectivas que abracen la ciudad, los jardines del Gianicolo representan el escenario preferido por los romanos para contemplar el atardecer y las primeras luces nocturnas, pues es un lugar romántico donde los haya (conviene trasladarse en taxi). Uno de los accesos parte de la Fontana dell´Acqua Paola, más conocido como “il Fontanone”, y en las inmediaciones se descubre también la estatua de Garibaldi junto a otros héroes de la República, no en vano es el Parque de la Memoria, dedicado a la defensa de la República Romana del 1849.
Junto al Gianicolo, en el Antico Arco (Piazzale Aurelio, 7. www.anticoarco.it), se reinterpreta lo mejor de la cocina italiana. Algo más céntrico –a un paso del Panteón– es Maccheroni (Piazza delle Coppelle, 44. www.ristorantemaccheroni.com), con una amplia variedad de pastas, entre las que destaca la romana “cacio e pepe”, a base de queso local y pimienta. Lo bueno de este local es que se puede cenar al aire libre durante todo el año, pues cuando el tiempo no acompaña, sacan unas estufas que acaban con la humedad romana. Si aún se tienen ganas de pizza, Da Baffetto es uno de esos lugares en los que se forman colas a diario para poder cenar una pizza. Lo bueno es que éstas se hacen y deshacen con bastante agilidad y el local lo merece, pues ha sabido mantener la calidad de sus pizzas durante décadas. Via Governo Vecchio, 114. www.pizzeriabaffetto.it)
NOCHE
El barrio de Testaccio es uno de los que concentra más animación nocturna por metro cuadrado (conviene desplazarse en taxi), desde sencillos bares, terrazas y enotecas a sofisticadas discotecas. Los amantes de las cañas descubrirán que también en Roma se puede disfrutar de una buena cerveza en L´Oasi della Birra (Piazza Testaccio, 40). Después, la diversión está asegurada en locales como Ketumbar (restaurante y lounge bar. Via Galvani, 24) o la discoteca Akab (Via Monte di Testaccio, 69).
Roma está bendecida por el agua, que nunca falta en sus fuentes, con las que la tradición Papal ha gustado siempre de conmemorar sus glorias. Su mayor belleza y refinamiento llegaría con el Renacimiento y en especial con Bernini (Fontana del Tritone, en Piazza Barberini, dei Fiumi en Piazza Navona e igualmente es suya la ornamentación hecha a la fuente de Santa Maria in Trastevere). Su padre, Pietro Bernini, también realizó una gran obra: la Fontana della Barcaccia, en Piazza di Spagna. Y Girolamo Rainaldi hizo lo propio con la fuente de Piazza Farnese, utilizando piezas romanas y egipcias. Así entre iglesias, plazas y palacios, es imposible no rendir tributo a las fuentes romanas.
Existen además, repartidas por toda la ciudad, otro tipo de fuentes popularmente llamadas “i nasoni”, por la peculiar forma de nariz por la que mana el agua, potable y siempre fresca, para saciar la sed de los viandantes.

Más info en: www.turismoroma.it
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