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Bodegas Alta Pavina un proyecto en el que la familia Ortega ha puesto mucho cariño
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Bodegas Alta Pavina un proyecto en el que la familia Ortega ha puesto mucho cariño

miércoles 25 de marzo de 2020, 13:05h

Propietarios del grupo hotelero Fontecruz, que engloba establecimientos muy especiales en Toledo, Ávila, Sevilla y Lisboa, los hermanos Ortega son también artífices de un proyecto vinícola pionero y único en nuestro país que apuesta, en el corazón de la Ribera del Duero, por la Pinot Noir, una variedad de uva muy difícil de cultivar en España.

Ambas empresas, Fontecruz Hoteles y Bodegas Alta Pavina, son el fruto del empuje, el inconformismo, el riesgo y el carácter emprendedor de una familia que busca la máxima calidad y la singularidad a través de formatos boutique

Jóvenes, valientes, inconformistas, decididos, viajeros, amantes de los retos imposibles, visionarios y, ante todo, emprendedores. Así son Diego y Hugo Ortega, propietarios de Fontecruz Hoteles y Bodegas Alta Pavina, dos empresas boutique que tienen en común la búsqueda de la máxima excelencia y singularidad a través del cuidado de los pequeños detalles. Ambos nacieron en Madrid, en el seno de una familia de origen abulense.

Diego, el mayor de los hermanos, se formó en Empresariales en la Universidad de Misisipi (EE.UU.), hizo un posgrado de Global Operations Management en la Universidad de California en Irvine y un curso de Hospitality en la Universidad de Cornell (una de las más prestigiosas de la industria hotelera a nivel mundial) y, antes de embarcarse en el negocio familiar en 2001, trabajó en Merrill Lynch y en un restaurante de Londres, donde vivió un año. Hugo, por su parte, terminó en el Bachillerato en Irlanda, estudió Periodismo en el CEU, vivió un año en Italia, hizo prácticas como redactor en diversos medios de comunicación de Ávila y Madrid y como adjunto a la dirección en el Hotel Dorset Square en Londres y en el Tryp Washington de Gran Vía (en Madrid) y tiene un posgrado de Gestión Hotelera en la Universidad Europea (estudios que realizó entre Madrid y Suiza, en la escuela de Dirección Hotelera Global de Les Roches). En 2004 se incorporó a Fontrecruz, empresa que hoy dirige junto a su hermano y en la que los dos han hecho de todo, «hasta poner ladrillos».

Emprendedores

Diego y Hugo no se consideran ni hoteleros ni bodegueros sino lo que en francés se denomina entrepreneurs. «Hoy estamos volcados en nuestros hoteles y nuestros vinos, pero no descartamos emprender nuevos proyectos en el futuro». Su arranque y visión para los negocios los heredaron de su padre, Julio Ortega, originario de Fontiveros (Ávila) y empresario hecho a sí mismo que comenzó su carrera profesional como botones, se hizo bróker (convirtiéndose en uno de los creadores del corretaje en España) y llegó a ser cofundador y presidente, hasta mediados de los 90, del grupo CIMD (Intermoney). En 1996 creó las guías QDQ y el diario 20 Minutos (llamado entonces Madrid y m@s y conocido como “el primer diario que no se vende”) y a finales de la década de los 90 la televisión local de Ávila, el diario Ávila Digital (uno de los primeros periódicos online de nuestro país) y Onda Cero Ávila y fue presidente de Radio Televisión de Castilla y León, entre otros cargos.

A principios del siglo XXI, Julio Ortega dejaba atrás el mundo de las finanzas y el ámbito editorial para embarcarse, junto a sus dos hijos, en su proyecto más personal: el grupo Fontecruz Hoteles, que se constituyó en 2001 y en 2004 abrió su primer establecimiento, Fontecruz Ávila, situado en un entorno natural único junto al campo de golf de Naturávila y dotado de piscina de verano, amplios jardines y spa. A este le siguieron el hotel Eugenia de Montijo en Toledo, inaugurado en 2006 en el que fuera el palacio de verano de Eugenia de Montijo y remodelado en 2018 inspirándose en la vida y la personalidad de la emperatriz; Fontecruz Sevilla, en el Palacio Arzobispal, en 2008; Fontecruz Lisboa, ubicado en plena avenida de la Libertad, en 2011, y, en 2018, La Casa del Presidente, sito en la antigua casa de verano de Adolfo Suárez, que linda con la muralla y que es el único hotel intramuros de Ávila con piscina.

«Nuestro padre –aseguran los hermanos– era un trabajador nato y también un viajero incansable y desde muy pequeños hemos tenido la oportunidad de conocer los destinos más especiales del mundo. Hemos viajado por los cinco continentes y nos hemos alojado desde en hoteles de lujo (muchos del sello Autograph Collection de Marriott, al que está adscrito su hotel Eugenia de Montijo) hasta en un delicioso riad en Marrakech, una pequeña cabaña en mitad del campo en Australia o en modestos B&B en Londres, para ver cómo se prepara un buen desayuno inglés, o en el barrio rojo de Ámsterdam para empaparnos del ambiente y de las últimas tendencias». Y de todos, aunque no siempre de manera premeditada, se traen ideas: «en nuestros hoteles aunamos la manera de trabajar la coctelería de EE.UU. o la forma de preparar el café de Italia con nuestra gastronomía y con el buen rollo y la empatía del carácter español».

Y es que si algo destaca de los hoteles Fontecruz es su servicio, 100% profesional y totalmente personalizado. Apostamos por la formación continua de nuestros cerca de 200 empleados en plantilla pero, sobre todo, por el cuidado de los detalles y el formato boutique, con pocas habitaciones, que nos permite mimar a cada cliente y adaptarnos al tipo de público y de establecimiento, ya que todos nuestros hoteles son muy diferentes entre sí», señala Hugo. «Nuestros hoteles –apunta Diego– cuentan con ubicaciones privilegiadas dentro de ciudades con mucho encanto, muchas de ellas Patrimonio de la Humanidad, para hacer sentir al huésped que realmente forma parte de ese lugar; les permite recorrer sus calles, sumergirse en sus costumbres, saborear y vivir la ciudad y, cuando acaba el día, volver al calor del propio hogar».

El éxito de esta fórmula se refleja en cifras: en el último ejercicio han facturado 16 millones entre los cinco establecimientos y esperan llegar a los 20 millones en 2020. Entre sus múltiples planes de futuro están la ampliación de Fontrecruz Lisboa y la completa remodelación del hotel de Sevilla para incorporarlo a la marca Tribute de hoteles urbanos de Marriot. Aunque «no descartamos abrir en alguna ciudad más grande como Madrid, Barcelona, Londres, Roma o París».

Alta Pavina o la osadía de dos hermanos

El emprendimiento de los Ortega los llevó, a principios de los 90, a levantar Bodegas Alta Pavina, un proyecto pionero en España, osado y, como dicen, «casi inconsciente». «Fue también nuestro padre quien nos inculcó la pasión por el vino. Como buen castellano que es, en casa siempre había un buen Ribera y aún recuerdo la emoción que sintió la primera vez que probó un Borgoña, que entonces apenas podía encontraste en contados restaurantes, como Horcher o Zalacaín», explica Hugo. La aventura comenzó con la búsqueda de un viñedo en el que asentar su bodega: recorrieron el país palmo a palmo y barajaron denominaciones emergentes, por hacer algo distinto a lo que había en el mercado, ya que su objetivo no era empresarial, sino el de satisfacer una inquietud que habían tenido desde siempre. Al final fue en la Ribera del Duero, concretamente en la localidad vallisoletana de La Parrilla, donde encontraron una joya en bruto que han ido puliendo a lo largo de todos estos años: un viñedo de 18 hectáreas plantadas de Pinot Noir que –ya con 35 ha– constituyen la mayor extensión de viñedo de Pinot Noir en nuestro país.

Domando la uva del diablo

El proyecto, iniciado por la hija de una familia de ganaderos de la zona que había estudiado enología en Francia, «era una locura», asegura Diego, puesto que la Pinot Noir, autóctona del noroeste francés, es una variedad extremadamente delicada y difícil de cultivar, máxime en climas tan cálidos como el de España. Pero también era un reto, un sueño hecho realidad: «era como un trocito de la Borgoña en plena Ribera del Duero». Así, en el año 1992 se hicieron con la bodega y comenzaron a viajar por distintos países productores de Pinot Noir (Francia, por supuesto, pero también Suiza, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Chile y Argentina) adquiriendo el conocimiento necesario para domar a la que el famoso enólogo californiano André Tchelistcheff definió como ‘la uva del diablo’ por la finura de su hollejo, su gran sensibilidad a los agentes externos y su vulnerabilidad a todo tipo de enfermedades.

En Alta Pavina la Pinot Noir ha encontrado un microclima idóneo para su desarrollo compensando latitud con altitud (el viñedo se encuentra ubicado a casi 1.000 metros de altitud). Pero, sobre todo, ha conseguido expresarse gracias a un trabajo concienzudo y meticuloso. «Igual que nuestros hoteles, Bodegas Alta Pavina es una empresa boutique en la que apostamos por producciones pequeñas, por la diferenciación a través de la variedad y por la artesanía», cuidando cada detalle, no dejando nada al azar y no cesando nunca en el empeño por conseguir la máxima calidad. «Custodio Zamarra, gran amigo de la familia, nos puso en contacto con Claude Bourguignon», uno de los mayores expertos en Pinot Noir del mundo y asesor, durante 20 años, de la mítica Romanée Conti. Pero no fue hasta años después y tras mucho insistirle, cuando se animó a visitar la finca. Analizó la climatología, la pluviometría y el terroir, et voilà! Aunque incrédulo de que en nuestro país pudieran darse las condiciones para elaborar un Pinot Noir de calidad, «como nos ocurrió a nosotros, se enamoró de nuestro viñedo» y desde entonces los asesora para extraer el mayor rendimiento posible al terreno.

Los viñedos estaban plantados, no al estilo borgoñés, sino como se hacía en la Ribera y en consonancia con la tecnología disponible en los años 80. «Hemos introducido mejoras, reducido el espacio entre cepas para generar estrés a la viña (lo que se traduce en una menor productividad en pro de una mayor concentración), elevado la altura de las plantas para evitar enfermedades sin tener que recurrir a la química y ampliado el número de hectáreas de Pinot Noir», que ya alcanza las 35 hectáreas y en breve llegará a las 50.

El primer y único pinot noir de granja español

La Pinot Noir de los hermanos Ortega es única el mundo, ya que conserva el ADN de la variedad –que se distingue por ser extraordinariamente elegante y delicada– pero presenta una identidad propia, marcada por una climatología más seca y con más horas de sol que en los países donde normalmente se produce. «Nuestros vinos son sutiles pero intensos, con gran presencia de la fruta», aseguran. Responden, además, al concepto de ‘vino de granja’, ya que los viñedos en que nace se encuentran asentados sobre una antigua granja, lo que ha aportado riqueza y mineralidad a un terreno «abonado con compost natural para los próximos 50 años». Y añaden que en España «hay algún valiente –hay que serlo para atreverse con la uva del diablo– que trabaja unas pocas hectáreas de Pinot Noir en climas más cálidos, aunque no conocemos a nadie que la utilice para hacer coupage».

Su gama de vinos comprende, entre otras, las referencias Citius, un monovarietal de alta gama recientemente premiado con la medalla de oro en el Mondial des Pinots, el mayor concurso internacional dedicado a los vinos de Pinot Noir, y valorado con 91 puntos plus por Robert Parker; el rosado Pavina Rosé (tambien 100% Pinot Noir) y el plurivarietal Pavina tinto, de Pinot Noir (25%) y Tempranillo (75%), del que venden cerca de 60.000 botellas al año. La producción anual de la bodega alcanza hoy en día 200.000 botellas en total (esperan llegar al medio millón en los próximos cinco años) y un 50% de sus ventas procede del mercado internacional donde tienen presencia en 22 países, entre ellos, Estados Unidos, Canadá, China, Japón, Reino Unido, Italia, Austria, Suiza, Escandinavia, Países Bajos, Rusia, Panamá, Perú, México y Kenia. Su objetivo a corto plazo es abrir mercado en Dubái, Colombia y Brasil y crecer en España, donde por el momento están presentes en las ciudades y comunidades «más cosmopolitas o con mayor índice de turismo internacional». Y es que «la Pinot Noir es aún bastante desconocida en nuestro país, es una uva para auténticos amantes del vino, para paladares viajados y conocedores: cuando ya lo has probado todo, al final de todo, siempre está la Pinot Noir», sentencian.

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