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Lednice
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Lednice (Foto: Ladislav Renner)

República Checa, una propuesta perfecta

Como si de un puzle se tratara, la República Checa ha logrado encajar con delicadeza la historia de sus ciudades, la arquitectura, el diseño, la gastronomía y unos inmensos parques naturales que inyectan energía al viajero. Y todo ello sin esfuerzo, sin ser conscientes de su perfección.

Romántica, acogedora y palpitante, Praga tiende la mano al viajero y le conduce por decenas de rincones donde la historia convive con las nuevas tendencias para ofrecerle las vivencias más auténticas. La sensación de viajar en el tiempo se multiplica a cada paso, al observar las bonitas fachadas neorrenacentistas o la iglesia gótica de Nuestra Señora de Tyn en la plaza de la Ciudad Vieja o al ver desfilar las figuras de los doce apóstoles en el Reloj Astronómico. A veces te traslada al siglo XIV en el Barrio de Josefov, donde antaño se concentraba el gueto judío, y donde aún quedan tres sinagogas y el viejo cementerio, uno de los más antiguos de Europa. En otras ocasiones, son los testimonios arquitectónicos los que te ofrecen un billete directo al pasado.

Praga tiende la mano al viajero y le conduce por decenas de rincones donde la historia convive con las nuevas tendencias

Hay que pasear sin prisas y dejarse sorprender por la Torre de la Pólvora, que fue una de las trece puertas de la ciudad amurallada; el monasterio de Strahov, cuya biblioteca alberga volúmenes del siglo XI; la recién reformada Ópera Estatal; o el Puente de Carlos, que cruza con elegancia el río Moldava uniendo la Ciudad Vieja con Malá Strana, un laberíntico barrio jalonado por palacetes.

Al otro lado de ese puente, cuyas esculturas barrocas son la imagen más conocida de la capital, se erige el Castillo de Praga, el mayor recinto fortificado de Europa. En su interior se pueden visitar la Catedral de San Vito, varios templos más, galerías y el Callejón del Oro, el lugar donde se concentraban los alquimistas y vivían intelectuales como Kafka.

La visita a la Praga tradicional se debe combinar con propuestas más alternativas que dejen al descubierto la evolución de la capital. Aquellos barrios, hace unos años olvidados en el extrarradio, hoy día muestran el pálpito de jóvenes y artistas. En el barrio de Karlín se puede curiosear entre galerías de arte, coquetos cafés, restaurantes que sirven comida orgánica y edificios ecológicos. Algo parecido le ocurre a Žižkov, que se ha transformado en refugio de artistas, y a Vinohrady, donde merece la pena dar un paseo para ver sus muestras de modernismo, la iglesia del Sagrado Corazón y la torre de la televisión.

Y, por supuesto, el día siempre debe terminar en una cervecería degustando las decenas de marcas nacionales acompañadas de sabores checos.

Excursiones de un día desde Praga

La situación de Praga y las buenas comunicaciones desde la capital permiten realizar excursiones de ida y vuelta que dejen entrever los variados atractivos de la República Checa. Los amantes de los destinos de salud y bienestar encontrarán su paraíso en Karlovy Vary, donde se enamorarán de su ambiente señorial, de sus elegantes columnatas con fuentes de agua medicinal, balnearios e, incluso, no se resistirán a visitar a la fábrica Moser, donde les esperan exclusivas creaciones de cristal de Bohemia. Y a sólo unos minutos se sitúa Loket, cuyo castillo fue la residencia veraniega de Carlos IV.

La historia también es la protagonista en Terezín, una vieja fortaleza militar, prisión judía durante la Segunda Guerra Mundial

Quienes se sientan más atraídos por la historia, no deben dejar pasar la oportunidad de conocer Kutná Hora, con su preciosa silueta medieval. Su casco histórico, con la iglesia de Santa Bárbara y la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, se encuentran protegidos por la Unesco. Esta ciudad, que era conocida como la “Caja del tesoro checo” guarda visitas tan curiosas como la antigua mina de plata que proveía de mineral a la Corte Italiana –la fábrica de moneda–, y también el Osario de Sedlec que contiene más de 40.000 esqueletos humanos colocados de forma artística.

Los castillos y palacios checos merecerían un viaje exclusivo para ellos, pero se pueden seleccionar dos de los más llamativos que, además, se encuentran a menos de 40 kilómetros de Praga: el castillo de Karlštejn, construido por el emperador romano Carlos IV para acoger los tesoros reales, las santas reliquias y las joyas de coronación; y el palacio de Konopiště, la antigua residencia del archiduque Francisco Fernando d’Este. Dada su afición a la caza, en su interior se puede ver una estancia con más de 800 trofeos.

La historia también es la protagonista en Terezín, una vieja fortaleza militar que se convirtió en prisión judía durante la Segunda Guerra Mundial. No es una visita para gozar en sí misma pero es muy adecuada para tomar conciencia de un pasado que no se debe volver a repetir.

Si Terezin te deja impresionado, lo mejor es visitar al día siguiente la ciudad de Pilsen, a la que se llega en tren en poco más de una hora. Su nombre ya lo relacionarás con la cerveza, así que no te debe sorprender que la primera visita sea a su fábrica de cerveza. Luego se puede continuar conociendo otros dos lugares imprescindibles: el Museo de Marionetas y los tres apartamentos que muestran el diseño funcionalista de Adolf Loos.

Tras varios días de emociones en Praga y en las anteriores excursiones, lo idóneo es desconectar y cargar las pilas en el Paraíso de Bohemia, un increíble geoparque que ha seducido a artistas y escritores de todos los tiempos. Cuando admires sus bucólicas estampas fluviales, sus arcos de piedra, castillos y coquetas granjas, lo entenderás.

Es posible realizar muchas otras visitas desde Praga y puede que quieras quedarte algunos días más... Sólo podemos decirte que lo entendemos y que no te preocupes, Chequia seguirá ahí para cuando quieras volver.

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