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Israel, el país con más museos por habitante del mundo
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Israel, el país con más museos por habitante del mundo

martes 21 de septiembre de 2021, 10:21h

Un museo dedicado a preservar el arte japonés, un pueblo de artistas fundado por uno de los padres del dadaísmo, un almacén lleno de objetos cotidianos o un castillo de arena de tamaño real son algunas de las muestras más singulares que se pueden encontrar en el país mediterráneo.

Se dice que Israel es el país con más museos per cápita del mundo. Son más de 200 repartidos por todo el territorio y no es de extrañar dada la riqueza cultural e histórica que conserva. Grandes museos de arte, arqueología y ciencia, como el Museo de Arte de Tel Aviv, la Torre de David en Jerusalén o el Observatorio Submarino de Eilat reúnen a millones de visitantes cada año.

Sin embargo, Israel esconde verdaderas joyas más singulares que merecen la pena visitar, especialmente si se buscan sitios poco frecuentados y especiales.

Museo Tikotin de Arte Japonés: una oda al país nipón

Situado en la ciudad de Haifa, el museo Tikotin se dedica exclusivamente a preservar y exhibir arte japonés y es el único de esta especialidad en Oriente Medio. Una mirada única y un acercamiento a la historia y cultura de Japón. Afiladas espadas samurái, abanicos creados cuidadosamente o pequeñas esculturas conocidas como netsuke conforman la exposición permanente.

Su fundador, el arquitecto alemán Felix Tikotin, un enamorado de la cultura nipona, dedicó su vida a recopilar objetos y obras japonesas. Su colección fue robada durante la Segunda Guerra Mundial al huir de Ámsterdam, pero la recuperó años más tarde cuando la policía acudió a él como experto para analizar las piezas incautadas a unos contrabandistas que, para su sorpresa, resultaron ser las suyas. Fue entonces cuando decidió, junto al entonces alcalde de Haifa, Abba Khoushy, abrir el museo de arte japonés en el país mediterráneo, donde consideró que pertenecía la colección.

Ein Hod Artist Village y el Museo Janco-Dada: el sueño del padre del dadaísmo

En la ladera del monte Carmelo, a pocos kilómetros de Haifa, se encuentra Ein Hod, un peculiar pueblo donde conviven artistas de todas las disciplinas para crear y fomentar el arte. Se trata del único en Israel y uno de los pocos que existen en el mundo. Sus calles acogen espectáculos, galerías y museos durante todo el año como la Casa de los Artistas, la Bienal de Escultura o la Galería de Arte Ein Hod, situada en el corazón de la aldea.

Otro de los grandes atractivos de este pueblo es el Museo Janco-Dada, abierto en 1983 para rendir homenaje a Marcel Janco, artista israelí de origen rumano, fundador de Ein Hod Village y uno de los promotores del movimiento dadaísta. El museo incluye la muestra permanente de las obras de Janco, así como exposiciones para impulsar a jóvenes artistas y el Dadalab, un espacio interactivo que invita a experimentar con el dadá.

Saba’s Little Museum: los recuerdos del abuelo

Conocida también como Machsan Shel Saba (Almacén del Abuelo), se trata de un museo como ningún otro dedicado a relatar la historia del pueblo judío a través de piezas olvidadas. Los propietarios de esta singular exposición, formada por una serie de almacenes en Jerusalén, se dedican a coleccionar todo tipo de recuerdos y objetos cotidianos, desde juguetes hasta viejos electrodomésticos.

Como si de un trastero viejo se tratara, con todo amontonado en vez de estar catalogado y bien conservado, el museo busca evocar la nostalgia mostrando la historia de la zona y su gente a través de sus materiales.

La Casa Ermitaño: un castillo de arena en primera línea de mar

Aunque no se trate de un museo como tal, la Casa Ermitaño se ha convertido en un monumento de Herzliya, situada al norte de Tel Aviv. Su dueño, Nissim Kachlon, empezó a “esculpirla” en 1970. Se trata de un auténtico castillo de arena escarbado en el acantilado de la playa de Sidna Ali y que en su interior esconde pasillos y docenas de habitaciones. Su fachada está construida con rocas, guijarros y materiales reciclados que incluyen botellas de vidrio y cerámica rota que aportan un toque de color.

Parte de la casa fue destruida por el mar entre finales de la década de los 80 y principios de los 90 debido a las obras del puerto deportivo que se estaba construyendo a pocos kilómetros. Posteriormente fue reconstruida, aunque sin tantos detalles como la original y sin la escalera que iba desde la playa hasta la cima del acantilado.

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