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El Museo del Prado expone Bodegón con cidras, naranjas y rosa de Zurbarán, procedente del Norton Simon Museum
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El Museo del Prado expone Bodegón con cidras, naranjas y rosa de Zurbarán, procedente del Norton Simon Museum

martes 26 de marzo de 2024, 08:59h

El Museo del Prado recibe el préstamo de Bodegón con cidras, naranjas y rosa, una extraordinaria pintura de Zurbarán, admirada como obra maestra del género y la única firmada y fechada del autor.

Esta excepcional pieza permanecerá hasta el 30 de junio en la sala 10 A del edificio Villanueva, en compañía de otras obras de Zurbarán pertenecientes a varios géneros diferentes, y fechadas en épocas variadas de su carrera, lo que permitirá entender lo que significa este bodegón en el contexto de la trayectoria artística de su autor.

La obra

Bodegón con cidras, naranjas y rosa

Francisco de Zurbarán (1598-1664)

Óleo sobre lienzo. Firmado y fechado en 1633

Pasadena, Ca., The Norton Simon Foundation, F.1972.06.P

Sobre una mesa, y ante un fondo oscuro, se disponen un plato de metal con varias cidras, una cesta con naranjas, con sus hojas y sus flores de azahar, y otro plato metálico sobre el que descansan una taza y una rosa. Fechada en 1633, es la única naturaleza muerta firmada por Zurbarán, y una de las obras maestras en la historia de este género en Europa. Algunos de sus elementos, como la taza con la rosa, aparecen en otras obras del pintor, que a lo largo de su carrera prodigó los detalles de naturaleza muerta en sus composiciones religiosas. Sin embargo, son muy escasos sus bodegones independientes.

La extraordinaria fama que ha adquirido esta obra desde que se dio a conocer en la década de 1920 se debe al uso maestro de la escala por parte de Zurbarán, a su extraordinaria precisión descriptiva y a sus valores compositivos. Los objetos invaden buena parte de la superficie pictórica, se disponen en tres planos ligeramente diferenciados y una luz lateral muy selectiva los arranca de las sombras y contribuye a definir nítidamente sus volúmenes y a transmitir sus texturas. El riguroso orden que impera, la presencia tan individualizada de todos los objetos, el uso tan dirigido de la iluminación y la oscuridad del fondo dan lugar a una obra a la vez silenciosa, delicada y solemne, que explica por qué durante muchas décadas apenas haya habido autores que no hayan sugerido la posibilidad de que encierre un contenido sagrado.

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