El país a orillas del mar Báltico conserva en sus ciudades la historia de la Liga Hanseática, una poderosa alianza comercial de la Edad Media.
Desde el casco antiguo de Tallín hasta las fotogénicas ruinas de Viljandi, pasando por museos, experiencias gastronómicas y festivales únicos, el valioso legado de la Hansa continúa presente en la arquitectura y la cultura de Estonia.
La herencia medieval de Estonia se aprecia en cada rincón de cuatro de sus ciudades más emblemáticas. Tallín, Tartu, Viljandi y Pärnu conservan con orgullo el encanto único de sus murallas centenarias, ruinas de antiguos castillos, calles adoquinadas y plazas de mercado que cuentan la historia de la Liga Hanseática. Esta influyente alianza, forjada a partir del siglo XII por comerciantes y artesanos que se unieron para defender sus intereses frente a los impuestos excesivos establecidos por la nobleza, dominó durante más de 400 años el comercio del mar del Norte y el Báltico. Su actividad ha dejado en Estonia un legado cultural y arquitectónico que transporta al viajero al esplendor de tiempos pasados.
Tallín, una joya medieval congelada en el tiempo
Tallin, la capital estonia presume de poseer uno de los cascos históricos medievales mejor conservados de Europa, declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1997. Por ello, esta estructura urbana es el punto de partida ideal para descubrir el impacto de la Hansa en el país.
Comenzando desde la calle Viru, es obligatorio recorrer las murallas defensivas de la ciudad, que todavía conservan 26 de sus torres de vigilancia de rojos tejados. En la llamativa Torre de Margarita la Gorda, la más ancha de todas, se encuentra el Museo Naval, que guarda en su interior objetos históricos relacionados con el comercio y el casco de un gran buque de la Hansa.
Siguiendo el rastro de la historia económica de la capital, el viajero puede visitar la plaza del Ayuntamiento, que ha funcionado como lugar de mercado y centro de la ciudad de Tallín desde la Edad Media. Aquí se avistan algunos de los edificios medievales más icónicos, así como Raeapteek, la farmacia más antigua de Europa que haya funcionado ininterrumpidamente en el mismo edificio. Muy cerca también se sitúa el Museo de Historia de Estonia, un imprescindible para aquellos que deseen profundizar en la materia. El broche de oro de la ruta lo pone la gastronomía de la época, recreada en las cenas temáticas de Olde Hansa y Peppersack, restaurantes de ambiente auténtico y platos preparados según el recetario del siglo XV.
Tartu, entre cultura y tradición comercial
Tartu, considerada como la capital cultural de Estonia, fue otro de los puntos clave para la Liga Hanseática. Aunque actualmente esta ciudad sea más conocida por su Universidad, una de las más antiguas del norte de Europa, y su amplio programa de ocio, también encierra en su territorio varias reliquias datadas de la Edad Media.
Uno de estos imprescindibles es la catedral de Tartu, la única iglesia medieval con dos agujas de todo el país. En su renovada planta baja se encuentra el Museo de la Universidad de Tartu, mientras que su punto más alto esconde un mirador para contemplar una panorámica de la ciudad. También se obtiene una espléndida vista de Tartu desde el río Emajõe-Peipsi, por cuyas aguas puede navegarse a bordo del velero mercante Jõmmu, un barco histórico restaurado.
A pesar de que en 1775 un incendio destruyese gran parte de la ciudad, la Iglesia de San Juan todavía muestra parte de su estructura original, así como originales figuras de terracota en su fachada. Por último, y aunque lo aloje un edificio contemporáneo, es recomendable visitar el Museo Nacional de Estonia, hogar de una variada colección de objetos de estonios de todas las épocas.
Viljandi, donde la naturaleza salvaje y la Edad Media se cruzan
Al sur del país se encuentra Viljandi, un retiro rodeado de naturaleza que guarda en su casco antiguo casas de madera, antiguas villas y otros vestigios de la época hanseática. La principal atracción son las ruinas de su castillo, emplazadas en lo alto de una colina y cercanas al lago Viljandi, formando una pintoresca escena que se ha afianzado como uno de los lugares favoritos de los viajeros para dar un paseo y hacer fotos.
El pasado medieval de la zona también se adivina en las ruinas de sus murallas, visibles en algunos puntos, y en la iglesia de San Juan, construida sobre las ruinas de una abadía francesa. En la actualidad, este edificio se emplea frecuentemente como original sala de conciertos, aprovechando su buena acústica y la belleza del arte medieval de su interior.
Pärnu, un punto clave con vistas al mar
A pesar de contener un menor número de recuerdos de la época de la Hansa, en el recorrido no puede faltar Pärnu. Esta pequeña ciudad situada en la desembocadura del río homónimo es más conocida como destino de vacaciones estivales, aunque antaño fue una importante ciudad comercial en la ruta hanseática. De aquellos tiempos queda la Torre Roja, una estructura concebida para desempeñar las funciones de una prisión, aunque ha sido reconvertida para albergar un cine panorámico que relata la historia medieval de la ciudad.
Mediante una ruta guiada, el visitante puede reconstruir el pasado del lugar a través de los restos históricos que continúan en pie, recorriendo el antiguo trazado amurallado y desentrañando las claves de la alianza comercial que cambió la historia de Estonia.
Celebraciones para volver al pasado
Cada verano, los habitantes de estas ciudades recrean el ambiente de los tiempos hanseáticos. Grupos musicales medievales y actores llenan las calles de Tallín, mientras que Tartu se convierte en un gran mercado de artesanías y productos tradicionales. También Viljandi o Pärnu celebran sus Jornadas Hanseáticas, ofreciendo programas repletos de bailes, música y diversas actividades de época.