Situada entre desiertos costeros, áreas marinas protegidas, valles fértiles y enclaves arqueológicos únicos, Ica ofrece una lectura clara de cómo el sur peruano une geografía, historia y conservación en un mismo lugar.
Existe una región en el sur de Perú, a solo 4 horas de Lima, donde cada tramo del camino muestra un escenario distinto. Un litoral de acantilados y un mar frío lleno de fauna; unos kilómetros más adelante, un desierto de dunas y un valle fértil asociado a la producción de destilados, y continuando hacia el sur, el terreno vuelve a transformarse en un desierto que conserva uno de los conjuntos de geoglifos más reconocidos del continente.
Esa sucesión tan marcada convierte a la región de Ica en un destino especialmente interesante para quienes quieren recorrer, en poco tiempo, varios de los paisajes más espectaculares del Pacífico sur.
Una reserva donde la conservación da forma al paisaje costero
El contraste en Ica aparece desde el primer gran punto del recorrido: la Reserva Nacional de Paracas, un área protegida de más de 335.000 hectáreas —casi cinco veces la superficie de Lima Metropolitana. A un lado, acantilados rojizos moldeados por el viento; al otro, uno de los mares más productivos del Pacífico sur. Entre ambos, humedales costeros y playas casi intactas. Esta combinación convierte a Paracas en uno de los espacios naturales más importantes del Perú, donde se registran cerca de 216 especies de aves y 36 de mamíferos.
En este corredor marino se encuentran también las Islas Ballestas, otro de los grandes contrastes de Ica: formaciones rocosas inhóspitas que albergan miles de aves guaneras, colonias de lobos marinos y especies protegidas como el pingüino de Humboldt. La abundancia de aves guaneras explica el importante papel que tuvo el guano, un fertilizante natural muy codiciado en los siglos XIX y XX, cuya extracción se reguló cuidadosamente para evitar el deterioro del ecosistema.
Uno de los más impresionantes oasis de la región
Cuando el camino avanza hacia el interior, surge uno de los paisajes más singulares del viaje: un oasis en medio de uno de los desiertos costeros más extensos de Sudamérica. Rodeado por dunas que superan los 100 metros de altura, la Huacachina es uno de los pocos oasis naturales accesibles en Sudamérica, y su escala solamente se entiende cuando se observa el entorno árido que la contiene. Además de su valor paisajístico, es un punto de partida habitual para recorrer las dunas en camionetas 4x4 y organizar picnics al atardecer o bajo las estrellas, actividades que permiten apreciar la amplitud del desierto desde una perspectiva más cercana.
Un recorrido entre valles, viñedos y bodegas tradicionales
Más allá de la zona costera de Paracas y las dunas de Huacachina, el entorno de Ica ofrece otro eje clave para entender la región: la Ruta del Pisco. A pocos kilómetros de la ciudad se extienden valles fértiles donde se elabora este destilado peruano, cuyo único ingrediente es el mosto fresco recién fermentado de uvas pisqueras de la costa peruana y considerado uno de los productos más emblemáticos del país. El visitante puede recorrer bodegas tradicionales, conocer los métodos de destilación y entender cómo el clima seco, la amplitud térmica y los suelos del valle influyen en las características del pisco.
El itinerario combina visitas guiadas, catas y recorridos por zonas agrícolas que contrastan con la aridez del territorio circundante, mostrando otra faceta del paisaje de Ica. Para muchos viajeros, es una manera de equilibrar la experiencia del desierto y la costa con un componente cultural y gastronómico que forma parte esencial no solo de la identidad regional, sino del país.
Uno de los mayores enigmas arqueológicos del mundo
Hacia el sur, el viaje cambia de escala con la llegada a las Líneas y Geoglifos de Nasca y Palpa, un conjunto de geoglifos trazados entre los siglos I y VII que cubren más de 450 km² del desierto. Se calcula que en la zona existen más de 2.000 figuras de gran escala que incluyen líneas rectas, trapezoides, espirales y dibujos de animales, plantas y figuras antropomorfas, algunas de hasta tres kilómetros de longitud, lo que las convierte en uno de los paisajes culturales más extensos del mundo.
Desde el suelo, solo se distinguen algunos trazos, pero el conjunto adquiere sentido desde puntos elevados. En la carretera Panamericana Sur existe un mirador metálico que permite ver de forma clara tres figuras; sin embargo, la escala real se percibe mejor desde el aire. Los vuelos en avioneta que salen del aeródromo de Nasca o del aeropuerto de Pisco muestran la disposición completa de otras figuras, reforzando la idea de que este lugar solo revela su forma completa cuando se contempla desde el cielo.
Al final del recorrido por Ica, lo que permanece no es un lugar concreto, sino la sensación de haber atravesado varios mundos en pocos kilómetros. La región demuestra que el sur peruano puede ser diverso sin perder coherencia y que los paisajes cuentan historias que van más allá de la superficie.