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La Senda del Oro, un viaje al hito de la historiografía minera

miércoles 10 de abril de 2019, 12:10h
  • La senda del oro

    La senda del oro
    Asentamiento Metalurgico de Orellan

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    Castro de Borrenes

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    Castrelin de San Juan de Paluezas

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    Mina de Oro de Las Medulas

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    Mina de Oro de Las Medulas

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    Centro de Interpretacion de Las Medulas

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    Lago Somido

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    Canal romano

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    Canal Romano Poza Moyabarba. Llamas de Cabrera

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    La Miedola de Espinoso de Compludo

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    Mina de Oro de La Leitosa

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    La senda del oro
    Minas de Oro de Castropodame

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    Minas de Oro de Castropodame

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    Minas de Oro de Castropodame

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    La senda del oro
    Minas de Oro de Castropodame

“La tierra es arrastrada por los ríos y las mujeres, después de amasarla, la lavan en tamices tejidos en forma de cesta para extraer el oro”. Así describe el geógrafo griego Posidonio la técnica empleada por las aureanas, buscadoras de oro que poblaban las riberas de los ríos del noroeste de la Península Ibérica en el siglo I antes de Cristo.

Testimonios de esta naturaleza y el hallazgo de objetos de época prerromana, elaborados por hábiles orfebres, constituyen el claro exponente de que las tribus astures que habitaban el occidente leonés ya explotaban los yacimientos auríferos antes de la llegada de la dominación romana. No obstante y a pesar de estar considerados pueblos bárbaros, no es menos cierto que los historiadores romanos les dan el rango de pueblo al existir una clara estructura social. Este mismo ordenamiento es el que determina el urbanismo de los poblados fieles a las directrices de la tipología de la Cultura Castreña del Noroeste. El núcleo es “el castro”, es decir, un caserío fortificado y levantado en una posición topográfica dominante desde el que poder controlar visualmente el territorio circundante. En el recinto de intramuros se construían las viviendas con piedra local y techumbre vegetal, en cuyo interior se desarrollaba la actividad doméstica y la especializada economía familiar.

La llegada de Roma

Hacia la mitad del siglo I antes de Cristo y después de dos siglos de ocupación de la Península Ibérica todavía quedaba sin romanizar el cuadrante noroccidental, tierras astures de atormentada orografía y climatología extrema, cuyos pobladores eran considerados como enemigos agresivos y violentos, según los historiadores de la época.

Fue la determinación del emperador Augusto por no dejar lagunas sin civilizar en las tierras imperiales y el interés despertado por las riquezas del subsuelo, según desvela el historiador romano Floro (...favorecía este designio la naturaleza del país, pues toda la región contenía en abundancia oro, bórax, minio y otros productos), lo que desencadenó el inicio de contundentes campañas bélicas que no terminarían hasta el año 19 antes de Cristo con el total sometimiento del extremo noroeste peninsular.

Un país convertido en Yacimiento

Así fue como la mano de Roma convirtió un territorio libertario, cuyas entrañas eran un inmenso filón de oro, en parte de una provincia oligárquicamente sujeta al poder establecido, allí cerca de los confines del mundo conocido y de la que extrajo ingentes cantidades del preciado metal. “Ordenó Augusto explotar el suelo. Así, trabajando penosamente bajo la tierra, los astures comenzaron a conocer sus propias riquezas al buscarlas para otros”, según describió Floro lo ocurrido al finalizar la guerra.

La permanente presencia de un importante contingente militar en la zona, además de garantizar la seguridad, sirvió de apoyo técnico en la construcción de infraestructuras como, por ejemplo, los canales que traían el agua desde muchos kilómetros de distancia o desde otras cuencas fluviales. Se construyeron poblados mineros y metalúrgicos para abastecer las necesidades de los yacimientos en materia de útiles y de alimentos y se impulsaron los asentamientos humanos en los castros ya existentes. Se importaron nuevos métodos de producción agrícola y manufacturera. Significó, en definitiva, un complejo cambio de las costumbres y una modernización de la forma de vida de los astures, dejando atrás la economía de subsistencia, la autarquía y, en algunos aspectos, el primitivismo.

La Senda del Oro

Este viaje en el tiempo pone al alcance de todos, el privilegio de caminar sobre las huellas de los romanos que, con sabiduría y ambición, exprimieron hasta el último de los 80 millones de metros cúbicos de roja tierra que movieron para extraer casi todo el oro que atesoraba. Tras de sí quedó un paisaje devastado pero generoso, escarpado pero fértil y con una belleza innata que trasciende mucho más allá de los hombres y de su historia.

La Senda del Oro es un proyecto de valorización y de señalización de cinco rutas impulsado por el Consejo Comarcal de El Bierzo, con epicentro en Las Médulas, que nos acercan a algunos de los más significativos puntos de interés para entender mejor lo que fue el gran complejo minero del Imperio Romano, además de disfrutar de algunos parajes bercianos menos conocidos y de belleza incomparable.

Además del bellísimo, genuino e incomparable paraje de Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad des 1997, la Senda del Oro nos presenta otras cuatro propuestas no menos interesantes por lo que significan históricamente y muy sugerentes para un disfrute sin fin en contacto con la naturaleza: Los Canales Romanos repartidos por el territorio, la Leitosa en el municipio de Villafranca del Bierzo, La Miédula de Espinoso de Compludo y las Minas de Oro de Castropodame.

La Ruina Montium, verdadera artífice de las médulas

“...hechas cuevas por largos espacios, cavan los montes con luces de candiles, y ellas mismas son la medida del trabajo y vigilias, y en muchos casos no se ve el día” “... las cabezas de los arcos se abren y hienden y dan señal de ruina. Y sólo la conoce aquel que es vigilante en la altura del monte. Este, con la voz y golpes, manda a los obreros que de presto se aparten...” “...quebrantado el monte cae por sí mismo, con tan grande estruendo y viento que no puede ser concebido por la mente humana...”.

Así detalla el geógrafo y naturalista romano Plinio el Viejo en su obra Naturalis Historia el procedimiento de extracción de oro en algunos yacimientos del territorio astur, alcanzando su máxima expresión en Las Médulas.

Sin discusión posible, el referente universal de la actividad minera romana lo constituye el paraje de Las Médulas. Localizadas en el corazón de la comarca y declaradas Patrimonio de la Humanidad, se entregan a nuestros sentidos, en palabras del escritor Enrique Gil y Carrasco, como un paisaje “de aspecto peregrino y fantástico por los profundos desgarrones y barrancos de barro encarnado...”. Esta obra gigantesca de la ingeniería romana hoy se presenta como un cuento de hadas del que brotan historias y leyendas de buscadores de oro.

La mejor manera de entender la magnitud de este hito minero es comenzar la visita por el Aula Arqueológica situada a la entrada del pueblo de Las Médulas, información que se puede completar con una visita al Centro de Recepción de Visitantes.

Desde el mirador de Orellán, en el vertiginoso límite de un barranco de cien metros de altura, el espectáculo es de una belleza difícil de describir. El gran circo de Las Vallinas con su suelo tapizado por miles de castaños entre los que se abren paso sugerentes picachos rojizos de figuras caprichosas el punto de fuga visual nos lleva al pueblo de Las Médulas, pequeña y típica aldea berciana desde la que se puede iniciar un atractivo recorrido por el fondo del yacimiento. Y allá, perdidos en la distancia, los llanos en los que se asentaron los lavaderos y donde hoy se localiza en entrañable lago Somido y el generoso lago de Carucedo, fuente de mil y una leyendas.

Desde este punto el recorrido puede continuar por el camino que rodea la explotación y que nos lleva hasta el Campo de Braña donde llegaban los acueductos y donde se conservan varios tramos de canales, hasta las Medulillas de Yeres y su espectacular panorámica del resto de Las Médulas, así como varios restos de túneles. Desde aquí el camino desciende hasta el pueblo, punto del que parte otro interesante itinerario, entre castaños centenarios y tierras de labor, por una carretera cerrada al tráfico que se adentra en el paraje, nos abandonamos a un paseo inolvidable por el laberinto de pináculos que se elevan por encima de las copas de los castaños. Al final del recorrido es inevitable exclamar un suspiro de admiración al llegar a las bocaminas de La Cuevona y La Cueva Encantada, donde cuenta la leyenda que vive la bruja que cuida del tesoro de la montaña. Sus casi 20 metros de altura nos aportan una referencia real del trabajo del agua para desgastar los túneles y provocar la ruina montium.

Los canales

La puesta en escena de toda esta infraestructura requería no pocas inversiones previas. El agua, elemento fundamental para el empleo de estas formas de explotación, no siempre estaba al alcance.

Para paliar el problema del suministro constante de agua que la explotación necesitaba, los romanos realizaron en este territorio una obra hidráulica sin precedentes en todo el Imperio, llegando incluso a realizar el primer trasvase de agua de la historia entre dos cuencas fluviales. Se construyó una completa red de canales y acueductos que permitieron captar el líquido elemento de los neveros, fuentes y arroyos superando algunas veces cotas cercanas a los dos mil metros de altitud. Esta misma técnica fue la que permitió captar agua en la cabecera del río Ería, perteneciente a la cuenca del Duero, para entregarla al río Cabo, cuyas aguas son entregadas al Sil, ambos en la comarca de El Bierzo. En total se construyeron 600 kilómetros (identificados hasta ahora) de canales que garantizaban el permanente flujo necesario para mantener la actividad minera. Estas conducciones discurren por las faldas de los montes Aquilianos, por el entorno de Las Médulas y por la cara oeste de la sierra del Teleno. Actualmente hay más de 60 kilómetros de senderos señalizados que discurren por diferentes canales, siendo el principal el GR-292, un gran recorrido que une el paraje de Campo de Braña, junto a Las Médulas con la localidad de Llamas de Cabrera en las faldas del pico de la Cruz. A lo largo del mismo hay diferentes variantes que invitan a conocer otros puntos de interés de esta compleja red hidrológica, al igual que ocurre con el resto de los 148 kilómetros de canales que vertebran este rincón de la comarca berciana.

En la cercana localidad de Puente Domingo Flórez, podremos saber más sobre la magnitud de las obras realizadas para la canalización del agua en el Centro de Interpretación de los Canales. Un centro de carácter didáctico que ofrece una completa visión de la historia local, desde la época astur hasta el final de la explotación romana, pasando por las técnicas empleadas, la transformación del territorio en un paisaje cultural y los asentamientos castreños de los alrededores, sin olvidar una perfecta orientación para disfrutar de todos los detalles de la excursión.

La Miédola de Espinoso de Compludo

A caballo entre los mágicos valles de la Abadía de Compludo y del Silencio y bajo la atenta mirada de la cumbre del Morredero, los romanos encontraron otro valioso filón de oro. Rincón también de reminiscencias celtas, visigodas y templarías, fue la actividad minera imperial la que nos ha dejado el escenario actual entre bellísimos y frondosos bosques de roble y castaños centenarios.

Pero no sólo el cráter del Aro de la Miédola atestigua su pasado minero, sino también la red de canales que los flanquean o el cercano castro prerromano de La Corona de Murcia en el que se han encontrado testimonios de la actividad extractiva.

La Leitosa

Esta mina de oro, junto con Las Médulas, está considerada como una de las más espectaculares de El Bierzo. Se calcula que la actividad originó la excavación de 40 millones de metros cúbicos de tierras aluviales mediante una técnica similar a la de Las Médulas.

En un paraje de la zona alta del municipio de Villafranca del Bierzo, al que se accede por una pista que discurre entre frondosos bosques de castaños centenarios hasta la parte baja de la mina, todavía se conservan varios estanques de retención y algunas galerías subterráneas. Además en los alrededores se ha localizado varios castros, que probablemente sirvieron como asentamiento de la población astur que trabajó en el yacimiento: La Toralina y Campo do Castrelo do Castrelo, en Prado de Paradiña; El Castrillón, en Ribón, y El Castro en Velgueliña.

Las minas de Castropodame

Un total de cinco cuevas hasta no hace mucho tiempo casi desconocidas, dan forma a un recorrido evocador que nos acerca a sugerentes bocaminas excavadas en la pizarra rosada, a pozos y galerías propios de la actividad romana. Conocidas como cueva del Mosquito, cueva El Sil, la cueva Habitación o Dormitorio, la cueva El Moro y la cueva El Corralón, todas son localizables siguiendo esta ruta de 4 kilómetros perfectamente señalizada que parte del cementerio de la localidad de Castropodame por el paraje conocido como “Los Valles”. Entre las curiosidades llama la atención la “Cueva Vivienda”, una galería practicada en la roca que contiene lo que pudo ser un conjunto de seis habitaciones para alojar a un grupo de mineros.

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