Curanderas que sanaban con hongos y rezos, parteras que traían vida en silencio, brujas acusadas de herejía por custodiar plantas sagradas, rebeldes que convirtieron su voz o su arte en bandera de libertad. Las mujeres sabias de México han sido siempre portadoras de conocimiento, símbolos de resistencia y creadoras de rituales capaces de trascender generaciones.
Ese legado inspira la llegada de Mamazzita a Paseo de la Castellana 4, el nuevo espacio del grupo RosaNegra en Madrid, donde la mixología se convierte en relato cultural. Aquí no se beben cócteles: se cuentan historias líquidas que dialogan entre el mito y la memoria.
Cada trago rinde homenaje a una figura femenina cuya fuerza marcó la identidad de México. Frida, con sus colores intensos y notas de habanero, evoca la pasión y rebeldía de la pintora que rompió moldes en el arte. Chavela, servida en un cáliz en llamas, recuerda a la voz libre que convirtió el dolor en rancheras eternas. La Malinche, enigmática y contradictoria, se bebe en vaso calavera para simbolizar la dualidad de la mujer que fue intérprete, madre y símbolo de mestizaje.
Hay cócteles que rescatan figuras legendarias. La Llorona, con tequila, mezcal y mango, evoca la leyenda que sigue estremeciendo las noches mexicanas. La Nahuala, criatura mística de Oaxaca, se transforma en un trago picante y mágico que parece cambiar de piel en cada sorbo. Santa Muerte, vibrante y jalapeña, honra a la figura popular venerada como guardiana entre la vida y la muerte.
Otros recuperan heroínas casi olvidadas. La Adelita, servida en guitarra, rinde tributo a las soldaderas de la Revolución Mexicana, mujeres que marchaban, cocinaban, luchaban y cantaban al lado de los soldados. María Sabina, la curandera oaxaqueña que introdujo los rituales con hongos sagrados al mundo, inspira un cóctel profundo, con notas terrosas y chapulines.
En Mamazzita, incluso las diosas mayas encuentran voz líquida: Ixchel, diosa de la luna y la fertilidad, brilla en un vaso de cobre con figuras ancestrales, como si la noche misma se sirviera en copa.
Son doce relatos, doce homenajes que invitan a mirar México con otros ojos: los de sus mujeres sabias, eternas guardianas de lo invisible.
La experiencia se completa con una breve selección gastronómica que celebra al taco en sus versiones más auténticas: la cochinita pibil de Yucatán, cocinada durante horas como dictan los rituales mayas; los tacos al pastor, herencia de la fusión cultural que dio origen a la Ciudad de México; el taco gobernador de camarón, nacido en Mazatlán para seducir a un político con sabor del mar. Cada bocado es una memoria que viaja, igual que los cócteles, entre tradición y modernidad.
Y como telón de fondo, una terraza exclusiva en plena Castellana, de las pocas en la zona, llamada a convertirse en el lugar donde Madrid descubra que la hospitalidad mexicana no solo se bebe ni se come: se vive como un ritual compartido.