Tradición, familia y el sabor de la Navidad
Con solo 32 años, Álvaro Galicia es el director comercial y de marketing de Dulces El Toro, una de las firmas más queridas de Valladolid cuando llega la Navidad. Junto a su hermano Diego representa la sexta generación de una familia dedicada desde hace 175 años a endulzar estas fechas tan especiales, combinando tradición, innovación y una clara apuesta por el futuro.
Nos recibe en el obrador familiar, un lugar donde el tiempo parece haberse detenido entre aromas de polvorón recién hecho y recuerdos compartidos. Allí hablamos con él sobre su historia, la empresa y todo lo que está por venir.
Llevas toda una vida ligado al obrador familiar. ¿Cuándo empieza realmente tu historia con Dulces El Toro?
Desde que tengo uso de razón. De pequeño ya ayudaba a mi padre en el obrador y, mientras estudiaba en la universidad, por las tardes venía a hacer polvorones con mi familia. Así que llevo metido en este lío prácticamente toda la vida.
De pequeño ya ayudaba a mi padre en el obrador
¿Tu formación siempre estuvo enfocada a la empresa familiar?
No del todo. Estudié Empresariales en la Universidad de Valladolid, después hice un máster en Comercio Internacional y también varias master class de pastelería. Al final, al venir de una familia pastelera, sentía que debía tener nociones del oficio y entender bien el producto desde dentro.
El obrador tiene 175 años de historia. ¿Cómo se resume todo ese legado?
Es una historia familiar muy bonita. Cuando entras como nueva generación, es inevitable que sientas el peso de la responsabilidad, y a mí me ha pesado, claro. Pero también es lo más reconfortante que me ha dado la vida, porque estás contribuyendo a la historia de tu familia y honrando a todos los antepasados que llevaron este nombre antes que tú.
¿Ese legado implica renunciar a otras cosas o sueños personales?
Cada uno tiene sus metas. Yo, igual que mi hermano, empecé estudiando Ingeniería Industrial con la idea de ser ingeniero. De pequeño soñaba incluso con ser piloto de avión. Pero llegó un momento en el que me di cuenta de que eso no era lo mío y sentí el “llamamiento” de la empresa familiar. Al final, me pudo el interés por estar aquí.
Desde 2020 crecemos entre un 30 y un 40 % anual
¿Qué representa hoy Dulces El Toro como empresa?
Es una historia familiar muy longeva y una referencia clara en Valladolid. Elaboramos el dulce típico de la ciudad en Navidad, el polvorón de Dulces El Toro, y prácticamente cada familia de la zona lo ha consumido alguna vez.
También somos una referencia en Castilla y León dentro del sector agroalimentario; de hecho, en 2025 recibimos el premio a la mejor empresa del sector en la comunidad. No somos una gran multinacional, pero sí una marca de muchísima calidad que ha evolucionado de forma espectacular. Desde 2020 crecemos entre un 30 y un 40 % anual; en estos años la empresa ha crecido cerca de un 200 %, algo increíble.
Ese crecimiento os lleva inevitablemente a hablar de expansión. ¿Cuál es el objetivo ahora mismo?
Principalmente el mercado nacional. Fuimos líderes a nivel nacional, luego nos consolidamos en el noreste de España y ahora el objetivo es ganar cuota en todo el país, tanto en volumen producido como vendido. Es un camino largo, pero los frutos van llegando poco a poco.
Cuando hablamos de Dulces El Toro, pensamos en Navidad. ¿Hay algo más allá del polvorón?
De momento, nuestro fuerte son los mantecados y polvorones. Pero la idea es ir introduciendo nuevos productos que nos ayuden a desestacionalizar la marca, para que no esté tan ligada únicamente a la Navidad y podamos competir en el sector del dulce industrial durante todo el año.
¿Y fuera de España? ¿Cómo va la internacionalización?
Estamos creando puntos de venta de forma constante. Ahora mismo México es uno de nuestros grandes focos, porque hay mucho interés en este tipo de productos. También vendemos en Australia y tenemos objetivos ambiciosos como China o seguir creciendo en Europa, donde llevamos años presentes, aunque todavía no supone un gran porcentaje de la facturación.
Este año hemos abierto una tienda en Valladolid y el objetivo es seguir creciendo en ciudades como Madrid
Si tuvieras que resumir los planes de futuro en una frase…
Consolidarnos en el mercado nacional e internacionalizarnos cada vez más para seguir desestacionalizando la marca y creciendo de forma sostenible.
Ese crecimiento implicaría cambiar las instalaciones actuales?
Probablemente sí. En ese caso, ampliaríamos en las parcelas que tenemos junto a la nave actual, dentro del polígono logístico de Tordesillas, para construir instalaciones más grandes.
Hablemos de cifras. ¿Cuál es vuestra producción anual?
Elaboramos alrededor de diez millones de polvorones al año, lo que supone unos 300.000 kilos de producto. Eso solo en Dulces El Toro; la pastelería familiar produce además otros dulces artesanos.
Y ya que mencionas la pastelería (Galicia), ¿qué papel juega dentro del proyecto?
Nuestra idea es mantenerla como está: una pastelería artesana que sirva de escaparate de nuestras especialidades y un punto de venta muy reconocible en Tordesillas.
La expansión va más por la marca El Toro. Este año hemos abierto una tienda en el centro de Valladolid, abierta todo el año, y el objetivo es seguir creciendo en ciudades como Madrid, dando más visibilidad a la marca e incorporando nuevos productos para poder ofrecer algo especial durante los doce meses.
Tradición, familia y futuro se dan la mano en Dulces El Toro, una empresa que ha sabido mantener intacta su esencia mientras mira al mundo con ambición y respeto por sus raíces. En cada polvorón hay una historia que se transmite de generación en generación, el esfuerzo diario de un obrador centenario y el cariño con el que se vive la Navidad en Valladolid. Álvaro Galicia representa esa nueva hornada que entiende la innovación como una forma de proteger lo auténtico. Porque, al final, no se trata solo de vender dulces, sino de seguir formando parte de esos pequeños rituales que hacen especiales estas fechas y que, año tras año, vuelven a reunir a las familias alrededor de la mesa.